domingo, 3 de noviembre de 2019

¿Alguien sabe dialogar? ¿Y escuchar?


–¿De qué tratará tu próximo artículo en la Tribuna de Albacete? –Mira, de cualquier cosa menos de elecciones y de política, que en España ya son indiferenciables. –No digas eso, colega, que con esa actitud transmites un mensaje de absentismo que favorece a los políticos más caraduras.
Así discurría la conversación en un viaje en tren a un congreso en La Coruña. Al más resuelto no se le ocurrió nada mejor que alquilar una mesa para cuatro en un vagón. ¡Horror, catorce horas y media frente a frente sin poder cerrar los ojos ni estirar las piernas! El más sensato puso una condición: “Prohibido hablar de política”.  Vale, asentimos el resto.
Ya habéis visto que el primer tema acabó pronto y mal, es decir, bloqueados en la política de bloques. Desde tiempos inmemoriales, cuando dos personas querían hablar de algo neutro, que nada revelara ni a nada comprometiera, hablaban del tiempo. Probamos. Uno trajo a colación la pertinaz sequía, otro lo mezcló con las inundaciones asociadas a la gota fría, otro llevó el agua a su molino para concluir que todo lo que pasa es consecuencia del calentamiento global y que solo tienen legitimidad moral los partidos que ponen el cambio climático arriba de la agenda.   
A continuación, probamos suerte con el fútbol. El aplazamiento del partido Barça-Madrid, nos abocó a la crisis catalana y de ahí nos enzarzamos con la necesidad o futilidad del diálogo con partidos independentistas. “Cambiemos de tema”, sugirió el moderador.
Todavía estábamos en La Roda. Todavía nos quedaban 14 horas de viaje. Así que decidí cambiar de tema y de asiento. Mirando hacia dentro, comprendí que a fuerza de elecciones estamos politizando la vida familiar, las aficiones personales, la ciencia… todo. Nos estamos convirtiendo en politiqueros. Y lo que eso conlleva: estamos perdiendo la capacidad de escuchar y dialogar.
La Tribuna de Albacete (4/11/2019)