De mi paso,
como estudiante, por los Estados Unidos, guardo dos anécdotas que me gustaría
compartir con mis lectores de la Tribuna
de Albacete. A ver si entre todos encontramos alguna luz que nos permita
salir del túnel en el que nos hemos metido.
En una
tutoría me preguntó la profesora, “¿Cómo vivió usted la represión franquista?” –Pues
mire, respondí, represión, lo que se dice represión, yo no la sufrí. –Me desconcierta
que casi todos mis estudiantes españoles hablen de la “dictablanda franquista”,
espetó ella. Yo me sentí obligado a matizar: “Verá usted, yo hablaba a título
personal, el de un joven de un pueblo perdido en el Pirineo. Imagino que si
preguntara a un estudiante de Madrid o Barcelona afiliado a un partido
comunista o independentista, le daría muchos ejemplos de represión”. La
respuesta de la profesora me desconcertó: “Por favor, no mezclemos las cosas. Si
se trata de partidos marxistas e independentistas, que atacan al núcleo de la
economía, la nación y la democracia, por supuesto que estamos obligados a
defendernos”.
Segunda
anécdota. Los americanos estaban revisando su sistema sanitario (privado) y
miraban a España como un posible ejemplo a seguir. Un profesor me preguntó:
“Pero los médicos en España, ¿son funcionarios o no?”. –¿Qué entiende usted por
“funcionarios”?, pregunté para disimular mi ignorancia. –Quienes tienen siempre
asegurada la misma paga, tanto si se matan a trabajar como si no dan un palo al
agua.
A día de hoy
me parece mejor una Constitución como la española que admite todo tipo de
partidos, sea cual sea su ideología. Eso sí, dentro de un Estado democrático de
Derecho que nos permite cambiar la Constitución siguiendo las reglas de juego
allí establecidas. Sobre el segundo tema. Considero la nacionalización una
buena opción en sectores como la sanidad, las pensiones… y punto. ¡Pobres de
nosotros si convertimos España en una nación de funcionarios!
La Tribuna de Albacete (18/11/2019)