domingo, 21 de abril de 2019

Una catedral con buenos cimientos


El 15 de abril de 2019 se incendió Notre Dame de París, una de las cumbres del arte gótico que, desde que se abrió al culto en 1260, no ha dejado de atraer a devotos y turistas. Trece millones de visitas quedaron registradas el año 2018. Las maravillosas imágenes del templo que hemos tenido ocasión de presenciar estos días invitan a plantearse dos preguntas fundamentales.
¿Cómo es posible que ya en los siglos XII y XIII pudieran levantarse unos edificios tan impresionantes? ¿Acaso no estábamos en la baja Edad Media, la época más pobre, inculta y lúgubre de la historia? Pues sí pero no; las historias oficiales escritas en la modernidad nos han engañado. Las piedras y los pergaminos atestiguan de que en la Edad Media, bajo el impulso de la Iglesia, se levantaron las catedrales más altas y luminosas, las abadías mejor organizadas que hacían las veces de hospitales y asilos, amén de las primeras universidades.
¿Cómo es posible que estas catedrales sigan en pie novecientos años después y continúen atrayendo a millones de devotos y turistas? Fácil, desde luego, no lo tuvieron. Notre Dame hubo de sobrevivir no solo a catástrofes naturales sino también a saqueos humanos.  Los revolucionarios franceses de 1789, tras declarar que la religión era la causa de todos los males, se apresuraron a repartirse todos los bienes que encontraron en el templo. El secreto de las catedrales románicas y góticas radica en descansar sobre cimientos profundos y haber sido levantadas con piedras de sillería. Este secreto arquitectónico también puede ser leído en clave espiritual. La  belleza y permanencia de la Iglesia se fundamenta en la muerte y resurrección de Cristo que hemos celebrado esta Semana Santa. Su actualidad está asegurada si los cristianos somos piedras vivas levantadas sobre Cristo.

La Tribuna de Albacete (22/04/2019)