domingo, 7 de abril de 2019

Derecho a la vida



Hace ocho días la Sexta retransmitió una entrevista al Papa. Ya en los primeros compases, el entrevistador, Jordi Évole, le colocó entre la espada y la pared. “Admitiría usted abortar a una adolescente que quedó embarazada tras una violación”. El Papa reconoció el drama que la situación suponía para esa joven y la obligación de ayudarle por todos los medios, pero no hasta el punto de sacrificar una vida humana. “O, dígame usted, preguntó al entrevistador, ¿es justo eliminar una vida humana para resolver un problema?”
Hace cuatro días Ángel Hernández ayudó al suicidio de su mujer, Isabel Carrasco que padecía de esclerosis múltiple desde hacía 30 años. ¿Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema?, nos volvemos a preguntar hoy.
Jordi Évole tuvo la honradez de callarse tras reconocer que era una cuestión compleja. Algunos líderes políticos españoles han sido más osados. Aprovecharon el caso de Ángel e Isabel para incorporar la eutanasia a sus programas electorales. Se ilusionan pensando la de votos que van a cosechar con este anuncio que convertiría a España en un referente internacional.
Tres preguntas nos ayudarán a tocar fondo de estas cuestiones bioéticas. ¿Reconoces el derecho fundamental a la vida, cuyo inicio y fin corresponde aclararlo a la comunidad científica, no al político de turno? ¿Aceptas sostener con tus impuestos un Estado del Bienestar que facilite a estas personas una vida digna y, en lo posible, libre de dolor? ¿Estás dispuesto a implicarte con las personas afectadas que necesitan del cariño de los suyos tanto o más que los cuidados sanitarios del Estado?
Una respuesta negativa a estas tres preguntas nos hará más egoístas a nosotros y más inhumana a la sociedad. Me temo que, con los eufemismos de la interrupción voluntaria del embarazo y la eutanasia, estamos abriendo las vías para eliminar a quienes molesten. Y, no nos engañemos, ¡cuánto más egoístas seamos, más personas nos molestarán!


La Tribuna de Albacete (8/04/2019)