El 8 de marzo de 2018 las marchas de mujeres
por la igualdad lograron cifras récord en España, muy superiores a las de
cualquier otro país. El 8 de marzo de 2019 las cifras se han doblado. ¿Satisfechas/os?
No, lo que importa es avanzar paso a paso en la dirección correcta. Los riesgos
de divagar sin avanzar o de avanzar deprisa en la dirección equivocada, son
evidentes.
Riesgo de dirigir
las marchas de las mujeres contra los hombres. De poco sirven las leyes contra
el maltrato, si simultáneamente estamos alimentando el odio, la crispación y la
desconfianza. A las estadísticas me remito, el número de mujeres asesinadas
sigue aumentando.
Riesgo de
aliarse con ideologías que socavan la dignidad de la persona humana. La primera
es la ideología marxista que necesita del conflicto para avanzar y solo ha
conseguido la igualdad por abajo: “todos/as igual de miserables”. La segunda es
la ideología de género que niega la propia naturaleza sexual del ser humano y
proponen soluciones tan aberrantes como el cambio de sexo.
Riesgo de
igualar lo desigual hasta anular el “genio femenino”, esa capacidad de ver a
personas más allá de los números y tratarles como tales. Está demostrado: un
equipo educativo, científico, político, o empresarial funciona mucho mejor si
sabe integrar las singularidades de mujeres y hombres.
Riesgo de ambicionar
el mismo poder que los hombres para repetir sus mismos errores. Cuando una
persona egoísta consigue más poder no suele ser para servir mejor sino para
dominar al prójimo. ¿Y qué decir del dinero? La avaricia no tiene límites y
justifica la corrupción.
Riesgo de confundir
fines y medios. Lo que importa no es tanto la igualdad de resultados, como la
igualdad de oportunidades.
Riesgo de
aniquilar la libertad que es otro derecho tan fundamental como la igualdad. Ampliemos
el espectro de elecciones para las mujeres, y dejemos que ellas elijan por sí
mismas. ¿O es que no confiamos en la mujer?
La Tribuna de Albacete (11/03/2019)