lunes, 25 de marzo de 2019

Ciclo económico y ciclo político


            La economía capitalista sigue un ritmo cíclico: recesión, recuperación, auge, desaceleración, recesión… Fue el “trending topic” de la ciencia económica en los años treinta del siglo pasado. En su Teoría General de 1936, John M. Keynes descubrió que el origen del problema radica en el comportamiento cíclico de la inversión y del consumo de bienes duraderos cuyos mercados se saturan intermitentemente. Como remedio propuso una política fiscal anticíclica: la inversión pública compensaría los altibajos de la inversión privada. El déficit se corregiría automáticamente en los años de bonanza.
               Por esa época, Michael  Kalecki, un economista polaco que había anticipado las ideas y políticas keynesianas, advirtió que, a menudo, el ciclo económico resultaba amplificado por el ciclo político. En los años electorales, los gobiernos multiplican sus gastos para comprar votos. El nuevo gobierno se encontrará un déficit desbocado y una deuda cuyos intereses engullen una parte creciente de los impuestos. El obligatorio ajuste de las cuentas públicas, precipitaría y/o agravaría la recesión económica.
               Las finanzas públicas españolas en 2018-19 confirman los peores temores de Kalecki. La economía mundial ha entrado en fase de desaceleración. La menor caída del PIB español se explica por el aumento del gasto público que ha interrumpido el proceso de consolidación fiscal. El nuevo gobierno habrá de afrontar la próxima crisis en peores condiciones y sin apenas capacidad de maniobra. En 2008, el gobierno español tenía dos comodines debajo de la manga: un superávit presupuestario y un stock de deuda pública inferior al 40% del PIB. En 2019, el déficit público ha vuelto a alejarse del objetivo del 3% y la deuda ya supera el 100% del PIB. Pero, ¿a quién le importan estas cuestiones contables en un año electoral? Lo único importante es captar el voto de los ingenuos.
La Tribuna de Albacete (25/03/2019)