Uno de los
fenómenos económicos más llamativos del último año ha sido la burbuja del
bitcoin. Esa criptomoneda que nadie sabe qué es ni dónde está, excepto los que en
2010 compraron 1.000 bitcoins por 1.000 dólares y hoy exhiben un patrimonio
valorado en más de ocho millones de dólares. El éxito del bitcoin requiere que
cumpla bien las dos funciones básicas del dinero … y que no muera de éxito por
el camino.
El bitcoin
se promocionó como una forma de realizar transacciones financieras de forma instantánea, gratuita y anónima. Su
fuerza evolucionó en paralelo al número de establecimientos que la fueron
aceptando. Esta es la primera función del dinero: medio de pago
La segunda
función se conoce como “depósito de valor”. Para cumplirla adecuadamente ha de
asegurar el mantenimiento del poder adquisitivo de la moneda. Algo que no
ocurre con el dinero legal cuando su oferta es inflada por un gobierno presionado
por sus deudas. El bitcoin, como sistema descentralizado (apolítico) que es,
cumple este papel a la perfección. Su oferta ha sido fijada en 21 millones de
unidades. En cada momento es posible saber el monedero electrónico donde se
ubica cada una de esas unidades, sin que necesitemos saber quién es su titular.
Alguno de
estos instrumentos, a los que llamamos dinero, se presta para satisfacer la
afición de la especie humana por los juegos de azar. La multiplicación del
precio del bitcoin por 17 en los once primeros meses del 2017 y su caída a la
mitad en los dos meses siguientes, solo se entiende si consideramos que la
criptomoneda ya ha entrado a formar parte de la “economía de casino”. ¿Acabará
aquí la historia del bitcoin? ¿Morirá de éxito?
La Tribuna de Albacete (05/02/2018)