La diferencia es que en el caso español
no hay armas de por medio
4 de julio
de 2017. Corea del Norte lanzó un misil balístico intercontinental que llegó a
la costa de Alaska en 40 horas, mientras los americanos celebraban su “Independence
Day”. El Presidente, Kim Jong-un, se
congratuló del éxito de la prueba y advirtió a los “yanquis” que están
preparados para lanzar misiles de cabeza nuclear a cualquier rincón del mundo. Los
medios estatales de Pionyang remataron: “Es hora de que Corea del Norte demuestre
su ímpetu a EE. UU. quien, desafiando una y otra vez sus advertencias, está poniendo
a prueba la voluntad del pueblo coreano”. La reacción de EE. UU. no se hizo
esperar. Además de enseñar los dientes (msiles en Seul), el Secretario de Estado,
Mr. Tillerson, urgió una respuesta conjunta de la comunidad internacional a
través del Consejo de Seguridad de las NU y de los gobiernos nacionales: “Todos
los países deberían enviar a Corea del Norte el mensaje de que probar armas
nucleares tiene consecuencias”.
Con pocas
horas de dilación, asistimos a la puesta de largo del independentismo catalán en
la presentación de la web “garantías.cat”. Sus dirigentes confirmaron que el
referéndum se celebraría el 1 de octubre, con independencia de lo que diga el Gobierno
español y el Tribunal Constitucional. Y que sería vinculante si ganara el SÍ a
la secesión aunque fuera por la mínima y sin apenas participación. En 48 horas
se proclamaría la independencia de la República Catalana y se aprobaría la Ley
de Transitoriedad que desconectaría al pueblo catalán del yugo de la Constitución
española y del Estatut de Autonomía. El Presidente, Carles Puigdemont, ensalzó
el “nuevo Estado de Derecho frente a las actuales cloacas del poder” y dio la bienvenida a la nueva legalidad que,
por su carácter democrático, sí vinculará a todo el pueblo catalán. Los
partidos constitucionalistas, que representan una mayoría aplastante a nivel
nacional, se pusieron de acuerdo para tachar el referéndum de ilegal. Lamentablemente,
en la letra pequeña, sigue prevaleciendo el interés por marcar sus diferencias.
A nadie se le ha ocurrido llevar el asunto al Parlamento Europeo y preguntar
qué hay que hacer cuando los habitantes de cualquier territorio europeo deciden
independizarse a las bravas.
¿Una china
en el zapato? Sí, este es el elemento común de estas dos historietas de nunca
acabar. La diferencia más ostensible (y reconfortante) es que, en el caso
español no hay armas de por medio.
La Tribuna de Albacete (10/07/2017)