lunes, 19 de junio de 2017

Moción de una noche de verano

¡Señoras y señores, 
el circo no ha hecho más que comenzar!


“Pan y circo”. Para los emperadores romanos ese par de elementos bastaba para tener entretenido al populacho. En el siglo XXI, nuestra dieta de pan está más que cubierta y el fútbol ha suplido con creces la presión de los animalistas contra el circo. ¿Pero cómo llenar el tiempo de los periodistas y telespectadores cuando acaba la liga y el calor empieza a apretar? A alguien se le ocurrió la brillante idea de una moción de censura.
Tras la reciente experiencia que nos ha tocado sufrir, está claro que este tipo de mociones parlamentarias tiene más de comedia teatral (“performance”, le llaman ahora) que de debate político. Me recordó el shakesperiano “Sueño de una noche de verano”. Cada vez que un orador bajaba del estrado, yo esperaba al mago Puck. Tras ser rociado por el elixir mágico, el líder político que bajaba del estarado se enamoraría del primero que se cruzase en su camino y podría formar con él un nuevo gobierno. Algo de eso hubo en el encuentro de Pablo Iglesias con el portavoz del PSOE, Sr. Ábalos. Ya nos han advertido que su objetivo es una segunda moción para el otoño.  ¡Señoras y señores, el circo no ha hecho más que empezar!
    Permítaseme transcribir las lecciones que yo he aprendido de esta “performance” por si fueran útiles para alguno de mis lectores. Primera: los debates parlamentarios de este tipo habrían de catalogarse en la sección de programas no aptos para los adultos que valoren su tiempo y para los menores en formación. Estos corren el riesgo de valorar positivamente a los fanfarrones, mentirosos e hipócritas. Segunda lección: la incapacidad manifiesta de nuestros políticos para escuchar y dialogar, deshace el mito de que los gobiernos en minoría son buenos pues obligan al consenso. Mejor reformar la ley electoral para que el partido más votado (en primera o segunda vuelta) pueda gobernar eficazmente durante cuatro años y luego someterse al dictamen de los electores. Tercera lección: si los políticos se atreven con estas “performances” tan grotescas quiere decir que valoran poco nuestra capacidad intelectual y nuestro voto crítico. Tal vez el problema radica que nosotros confiamos demasiado en ellos. Todos tenemos problemas. La diferencia estriba en que algunos sabemos que el Estado es incapaz de detectar y solucionar ni uno solo de nuestros problemas de fondo. Lo mejor que puede hacer es crear las condiciones para que nos animemos a solucionarlos por nosotros mismos.

La Tribuna de Albacete (19/06/2017)