Una oportunidad para refundar la UE
por los que de verdad creen en ella
A tres
semanas del 60 aniversario del Tratado de Roma, germen de la UE, se han reunido
en Versailles los presidentes de los cuatro países más poblados (Alemania,
Francia, Italia y España) para valorar la idea de una “Europa a dos
velocidades”. La idea no es nueva pero
sí oportuna. La clave del éxito radica en el diseño institucional. La primera
velocidad no hay que presentarla como un club elitista y excluyente sino como
una UE más eficaz, abierta a sus actuales 27 miembros siempre que respeten las
reglas de juego. La carga fiscal de los países más pudientes podría aumentar pero
tampoco de forma exagerada. Bastaría con la cesión del impuesto sobre el
Beneficio de Sociedades que es donde mejor se refleja las ventajas de un
mercado de 500 millones. El adelgazamiento de la UE en número de políticos y
funcionarios contribuirá a reducir sus costes.
El primer
elemento de ese “sabio diseño institucional” es su forma política:
¿Confederación o federación? Para una comunidad tan amplia y compleja como la
UE, yo me inclino por el actual modelo confederal que permite a cada país
abandonarlo cuando así lo decida la mayoría de sus ciudadanos. Sea como fuere,
lo importante es que el Parlamento Europeo represente a los ciudadanos en vez
de a los estados y que las decisiones se tomen por mayoría de parlamentarios.
Quienes acepten
la nueva UE han de tener claro que las mayores renuncias y cargas fiscales, se
compensarán con mejores servicios. Una defensa común y una seguridad social
común podrían ser más eficaces y baratas si sabemos aprovechar las economías de
escala.
Las ventajas
de una unión económica, monetaria y bancaría también serían más visibles si el
Banco Central Europeo (BCE) tuviera el respaldo de un Estado serio. Norteamérica,
epicentro de la crisis de 2007-08, salió de ella antes y con menor esfuerzo,
gracias a la perfecta coordinación del Tesoro y la Fed (su banco central).
Lo que no
parece justificable ni sostenible en el tiempo es el diseño actual en que cualquier
Estado puede bloquear los planes del resto. Esto es lo que ha estado haciendo
Gran Bretaña durante años. El Brexit es un aviso de cómo puede acabar la UE. Y una
oportunidad para refundarla por los que de verdad creen en ella.
La Tribuna de Albacete (13/03/2017)