Bastantes problemas tienen los gobiernos
como para añadir el de la negociación laboral
Dónde incluirían ustedes el conflicto de los
estibadores? Algunos optarán por la crónica internacional con este titular: “Choque
entre la UE y el Estado español” Otros, por la crónica de política doméstica:
“Conflicto de un Gobierno débil con una oposición sin criterios”. Yo me inclino
por un titular económico, que aunque sea más gris esconde la raíz del problema:
“Estertores del último monopolio natural”.
Los
economistas emplean el término de monopolio natural para referirse a sectores
donde lo más eficiente es que existe una sola empresa. Desde luego tiene poco
sentido que en cada puerto compitan muchas empresas de estiba, cada una con sus
propias grúas e instalaciones para la carga y descarga de buques. La solución tradicional consistía en encargar
al Estado la gestión del servicio ya sea de forma directa o a través de una
empresa concesionaria. Habida cuenta de su mal funcionamiento, se decidió
limitar el monopolio a la gestión de las infraestructuras y obligar al
monopolista a alquilarlas a cualquier empresa interesada. Esto es lo que se
hizo en España con la telefonía y el transporte aéreo en los noventa. Quien
conserve facturas de Telefónica o Iberia de esa época, que las compare con la
los precios actuales y concluya por sí mismo. ¡Casi parece un milagro!
En los
servicios portuarios nadie se ha atrevido a hacer algo parecido por la resistencia
del sindicato de estibadores SAGEB, un monopolio dentro del monopolio. Solo el
Tribunal Europeo de Luxemburgo advirtió en 2014 que sus prácticas contravenían
la normativa laboral europea. ¿Qué es eso de que para cargar o descargar un
buque solo se pueda contratar a los inscritos en el registro del SAGEB?
Si el
Gobierno y la oposición tuvieran un mínimo de visión de estado procederían a la
liberalización inmediata. Cualquier empresa podría entrar en el puerto y
tendría capacidad para contratar a los trabajadores precisos al salario vigente
en el mercado. La competencia introduciría incentivos para innovar, mejorar la
calidad y reducir precios, algo imposible si los salarios no están también
sometidos a la competencia. De rebote reduciríamos la politización de la
economía que no es buena ni para las empresas ni para el Gobierno. ¡Bastantes
problemas tienen los gobiernos como para añadir el de la negociación laboral!
La resistencia
del último de los monopolios naturales será tan fuerte como la del último
mohicano. De hecho, en una de sus pancartas podíamos leer el mismo grito de
guerra: “Moriremos matando”. El problema, seamos claros, no está en la
resistencia de 6156 estibadores que no quieren perder sus privilegios sino en
la incapacidad del Estado (Gobierno y oposición) de defender los derechos de 40
millones de españoles y 500 millones de europeos.
La Tribuna de Albacete (20/03/2017)