El problema de la deuda sigue
colgando
sobre las economías occidentales como espada de Damocles
El
drogo-dependiente necesita ingerir sustancias alucinógenas para recuperar la fuerza e ilusión. Lamentablemente
la dosis ha de ser cada vez mayor para conseguir los mismos efectos. Cuando
sobrepasa determinados límites se produce una crisis que le lleva al hospital
donde posiblemente le administrarán otro tipo de droga para evitar la muerte
súbita. Se la retirarán poco a poco, aunque nadie puede garantizar la plena
recuperación del paciente.
Las economías occidentales son
crédito-dependientes. El crédito parece ser la droga necesaria para estimular
la demanda y evitar la tendencia de las economías capitalistas avanzadas hacia un estancamiento secular. La insuficiencia
de demanda efectiva se agudiza cuando la renta se concentra en pocas manos. ¿Quién
absorberá, año tras año, una producción que no para de crecer? ¿Cómo comprarán
los trabajadores una casa si su precio sube a 10, 20, 30 veces el salario
anual? –El crédito hipotecario. Estos créditos reactivarán la economía si son
capaces de movilizar los recursos productivos. Pero nada impide que acaben en
la especulación pura y dura. Como la oferta activos financieros y de tierra es
relativamente fija, hemos de esperar burbujas bursátiles e inmobiliarias que
dañan a la economía real mientras se inflan y, sobre todo, al estallar.
Crédito y
deuda son dos caras de la misma moneda. Cuando llega la crisis y todos
desconfían de todos, el crédito se paraliza pero la deuda sigue ahí y obliga a
desviar hacia los bancos una parte creciente de una renta menguante. El
servicio de la deuda se convierte en un lastre para la recuperación económica. Un
lastre que resulta letal si el impago de muchos deudores provoca la quiebra de
los grandes acreedores.
Para evitar
este peligro la Reserva Federal de los EE.UU (Fed) no tuvo inconveniente de
aceptar como buena la deuda-basura en poder de los bancos y prestarles todo el
dinero que necesitaban. Si ese crédito-dinero se hubiera destinado a
actividades productivas, el peso de la deuda en el PIB no hubiera crecido y las
burbujas no se hubieran vuelto a formar. El hecho de que los índices bursátiles
de los EE.UU. vuelvan a estar por encima de los niveles de 2007 pone en
evidencia que no ha sido así y presagia una nueva crisis.
Posiblemente
la Fed tomó la decisión adecuada para evitar la muerte súbita de buena parte de
la economía norteamericana. Pero no hay que olvidar sus efectos a largo plazo:
ahonda la crédito-dependencia, anima a endeudarse sin límite. El problema de la
deuda sigue colgando sobre las economías occidentales como espada de Damocles.
La Tribuna de Albacete (15/02/2016)