lunes, 15 de febrero de 2016

Crédito-dependencia

El problema de la deuda sigue colgando 
sobre las economías occidentales como espada de Damocles

El drogo-dependiente necesita ingerir sustancias alucinógenas para recuperar la fuerza e ilusión. Lamentablemente la dosis ha de ser cada vez mayor para conseguir los mismos efectos. Cuando sobrepasa determinados límites se produce una crisis que le lleva al hospital donde posiblemente le administrarán otro tipo de droga para evitar la muerte súbita. Se la retirarán poco a poco, aunque nadie puede garantizar la plena recuperación del paciente.  
 Las economías occidentales son crédito-dependientes. El crédito parece ser la droga necesaria para estimular la demanda y evitar la tendencia de las economías capitalistas avanzadas hacia  un estancamiento secular. La insuficiencia de demanda efectiva se agudiza cuando la renta se concentra en pocas manos. ¿Quién absorberá, año tras año, una producción que no para de crecer? ¿Cómo comprarán los trabajadores una casa si su precio sube a 10, 20, 30 veces el salario anual? –El crédito hipotecario. Estos créditos reactivarán la economía si son capaces de movilizar los recursos productivos. Pero nada impide que acaben en la especulación pura y dura. Como la oferta activos financieros y de tierra es relativamente fija, hemos de esperar burbujas bursátiles e inmobiliarias que dañan a la economía real mientras se inflan y, sobre todo, al estallar.
Crédito y deuda son dos caras de la misma moneda. Cuando llega la crisis y todos desconfían de todos, el crédito se paraliza pero la deuda sigue ahí y obliga a desviar hacia los bancos una parte creciente de una renta menguante. El servicio de la deuda se convierte en un lastre para la recuperación económica. Un lastre que resulta letal si el impago de muchos deudores provoca la quiebra de los grandes acreedores.
Para evitar este peligro la Reserva Federal de los EE.UU (Fed) no tuvo inconveniente de aceptar como buena la deuda-basura en poder de los bancos y prestarles todo el dinero que necesitaban. Si ese crédito-dinero se hubiera destinado a actividades productivas, el peso de la deuda en el PIB no hubiera crecido y las burbujas no se hubieran vuelto a formar. El hecho de que los índices bursátiles de los EE.UU. vuelvan a estar por encima de los niveles de 2007 pone en evidencia que no ha sido así y presagia una nueva crisis.

Posiblemente la Fed tomó la decisión adecuada para evitar la muerte súbita de buena parte de la economía norteamericana. Pero no hay que olvidar sus efectos a largo plazo: ahonda la crédito-dependencia, anima a endeudarse sin límite. El problema de la deuda sigue colgando sobre las economías occidentales como espada de Damocles.
La Tribuna de Albacete (15/02/2016)