Sólo cuando la clase media vuelva a crecer
podremos hablar de una recuperación económica bien asentada
El 12 de
octubre del 2015 Angus Deaton ganó el Nobel de Economía por sus estudios sobre la
influencia de la distribución de la renta en el consumo, el crecimiento y el bienestar.
No voy a entrar en sus aportaciones que tienen detrás muchos datos y tecnicismos.
Pero no desaprovecharé la oportunidad de retomar uno de los temas clásicos de
las ciencias sociales: la relación entre distribución y crecimiento.
Un hecho
resulta incuestionable: desde 1990 la distribución de la renta y la riqueza en
Occidente ha empeorado. Los ricos son más ricos y los pobres más pobres. No podemos
concluir que la pobreza sea un efecto necesario del crecimiento pues encontraríamos
abundantes ejemplos de signo contrario. La más alta y duradera expansión
económica (la ocurrida tras la Segunda Guerra Mundial) mejoró la distribución
de la renta, alumbrando una potente clase media. La creciente desigualdad de los
últimos 25 años parece más bien relacionada con la financialización de la
economía. Me refiero a la expansión de crédito para la compra de activos cuyo
resultado ha sido la multiplicación de las burbujas bursátiles e inmobiliarias.
De ahí, que no de la universidad, emergen los nuevos ricos.
El impacto
de la distribución de la renta en el crecimiento todavía resulta más difícil de
analizar. Una mayor concentración de la renta y el ahorro posibilita mayores
tasas de crecimiento a costa de una mayor inestabilidad. Las economías
latinoamericanas suministran el mejor ejemplo. Cuando los perceptores de rentas
del capital se toman un respiro en la reinversión de sus ahorros o los desvían
al extranjero, la economía nacional se hunde estrepitosamente
Una
distribución más equilibrada favorecería la estabilidad económica aunque
restara algún punto a la tasa potencial de crecimiento. Es lo que estábamos
acostumbrados a ver en Occidente. Hablo en pasado pues la crisis financiera de
2007 se encubó en los Estados Unidos y se llevó a bancos y empresas americanas
y europeas.
Conjugar la
equidad distributiva con el desarrollo, he aquí nuestro reto actual. Quien
desee un progreso sostenido y una democracia bien asentada deberá devolver el
protagonismo a la clase media. Sólo cuando la clase media vuelva a crecer
podremos hablar de una recuperación económica bien asentada.
La Tribuna de Albacete (19/10/2015)