Lo único que permanece es la persona
y su necesidad de encontrar sentido a la vida
La semana
pasada se celebró la cuarta jornada Universitas-UCLM, foro de discusión sobre las
bases antropológicas de la ciencia y la cultura. El tema de este año: “La
revolución de las TIC. ¿Una nueva era de la humanidad?”
Por supuesto
que sí. La típica división de la historia en edades (antigua, media, moderna y
contemporánea) denota una asombrosa carencia de criterio e imaginación. La
clave está en esos inventos que transforman las formas de producir los bienes
que necesitamos para vivir y las formas de relacionarnos con los demás. La rueda
marca un antes y un después en la historia de la humanidad. Otro tanto cabe
decir de la imprenta y de la máquina a vapor. Internet es una revolución con
mayúsculas. Ha acelerado el ritmo de la historia como nunca jamás. Lo único que
permanece es la persona y su necesidad de encontrar sentido a la vida.
De ello
hablaron Amando de Miguel, el sociólogo de España durante muchas décadas, y
Carlos Barrabés, pionero de la economía digital que en 2014 recibió al premio DAVOS
a emprendedores capaces de cambiar el mundo. María Lozano coordinó la mesa
redonda sobre “humanización y deshumanización en las redes sociales”.
Participaron el profesor Antonio Barnés y los alumnos José Luis Navarro y Ángel
Alcarria. El último desde Suecia por skype y a coste cero. ¡Las ventajas de
Internet!
Sobre el
tapete de la mesa redonda se pusieron los riesgos de esta era digital que ha
venido para quedarse. Internet, red de redes, engancha apersonas de todas
edades y condiciones. Las redes sociales atrapan a las personas que encuentran más
agradable vivir en el mundo virtual fabricado a su medida que en la realidad
que les toca vivir. Humanizan cuando nos acercan a los lejanos; deshumanizan
cuando nos alejan de los cercanos. Nos hacen vivir para contar en lugar de
vivir para saborear lo que tenemos delante y para ayudar al “próximo” con
nuestra sonrisa y algún que otro empujón. Dilatan nuestros horizontes a costa
de restar profundidad a nuestra propia vida. Corremos el riesgo de perder la capacidad
de meternos dentro de nosotros para preguntarnos por las cosas importantes de
esta vida.
La Tribuna de Albacete (12/10/2015)