lunes, 20 de julio de 2015

Llantos en el contenedor de basura

Eso es ayudar a la mujer y al niño. Lo demás huele a hipocresía.

Hace cuatro días, en Mejorada del Campo (Madrid). Carolina se deshizo de su hijo de 15 días, el cuarto, depositándolo en un contenedor de basura. El bebé se salvó gracias a unos agentes que oyeron su llanto y le ingresaron en un hospital. Pronto localizaron a la madre quien justificó su acción por “angustia vital”. Muy angustiada debía estar Carolina para ocultar a su marido el embarazo que éste no hubiera aceptado de ningún modo. Tras los sucesos, Carolina ha entrado en prisión acusada de tentativa de asesinato. Los tres niños quedaron bajo la custodia del padre quien pronto abandonó el hogar, incapaz de asumir la responsabilidad de cuidar a su propia familia.
La prensa ha informado del caso con una mezcla de asombro y condena. “¿Cómo puede una madre cometer semejante atrocidad?”. “Nunca hubiera imaginado, decía un vecina, que una mujer tan amable abandonara a su propio hijo”. Del marido, ni mutis.
¿Qué hubiera pasado, me pregunto yo, si Carolina hubiera acudido a una clínica abortista dos semanas antes del parto? Aunque, en España, ese tipo de abortos sea ilegal bien sabemos que con dinero se consiguen fácilmente. Si alguien delatara a la clínica pronto se escucharían voces justificando el aborto para proteger a las pobres mujeres que no pueden pagárselo en el extranjero.  ¿Y qué hubiera pasado de abortar en las primeras semanas del embarazo? Esas mismas voces le hubieran felicitado por poner en práctica el primero de los derechos fundamentales de la mujer.
¡Cuánta hipocresía! Matar a un ser humano atenta contra el derecho fundamental a la vida ya se haga dos semanas después del parto o dos semanas antes, en un contenedor de basura o en una clínica de lujo. Ello no nos autoriza a cargar contra la madre. Lo que Carolina y su bebé necesitaban y necesitan no es cárcel sino acompañamiento humano y remedios eficaces ante padres ausentes. Lo mismo hubiera necesitado dos semanas antes del parto y en las primeras semanas del embarazo. Una voz amiga que le dijera: “Se valiente para alumbrar al niño. Si no puedes hacerte cargo de él, nosotros le buscaremos una familia que le permita una vida feliz”.
             Eso es ayudar a la mujer y al niño. Lo demás huele a hipocresía. 
La Tribuna de Albacete (20/07/2015)