"Dios perdona siempre, los hombres a veces,
la naturaleza nunca"
El
jueves pasado el Papa Francisco presentó su primera encíclica social. El título
(Laudato Si’) lo toma prestado del Cántico de las Criaturas
de San Francisco de Asís, el primer ecologista: “Alabado seas, mi Señor, por el
hermano sol … y por la madre tierra”. El subtítulo centra el problema
ecológico: hay que cuidar la casa común, la madre que nos cobija y alimenta (alma mater).
Tras
repasar la evidencia científica sobre el cambio climático, advierte de la
irresponsabilidad que supondría desentenderse del problema como si no existiera
o no fuera con nosotros. Igual de temerario sería confiar ciegamente en
soluciones técnicas que llegarán por su propio pie en el momento preciso. Hoy,
mejor que mañana, los políticos han de consensuar las medidas necesarias para
impedir el calentamiento global. Las empresas y ciudadanos hemos de
concienciarnos de la necesidad de cambiar nuestras pautas de producción y de
consumo.
Hasta
aquí nada nuevo: todos conocemos los síntomas del deterioro medioambiental y los parches apropiados para
disimularlos. La originalidad de la encíclica radica en llegar al fondo del
asunto y proponer remedios duraderos. Para Francisco la crisis ecológica es una
consecuencia del paradigma desarrollista abierto por la modernidad. El giro antropocéntrico
que se produjo entonces brindó al hombre una patente de corso para explotar la
naturaleza a su antojo sin más límites que el de una tecnología que no cesaba
de avanzar. El propio ser humano fue presa del poder de la tecnología que le
invitaba a consumir sin límite para absorber una producción que crecía
exponencialmente. Bajo un paradigma tan egocéntrico, no tiene sentido
preguntarse por los efectos de mi consumo y despilfarro sobre las decenas de
pobres que tengo al lado, sobre los millones de miserables que luchan por
sobrevivir en el tercer mundo, o sobre la naturaleza que nos sostiene a todos nosotros
… y ha de sostener a las generaciones venideras.
La
solución o es integral o no será solución. La ecología medioambiental ha de ir
acompañada de la ecología humana. Si el hombre no recobra su conciencia moral y si no refuerza voluntad, ¿cómo podemos esperar cambios en el estilo de vida que siempre conllevan algún tipo de sacrificio personal?
Nos guste o
no, estamos obligados a reorientar nuestras pautas de producción o consumo. La
alternativa es hacerlo antes de que se produzca un desastre ecológico o
después. Francisco lleva tiempo recordando que “Dios perdona siempre, los
hombres a veces, la naturaleza nunca”.
La Tribuna de Albacete (22/06/2015)