lunes, 15 de junio de 2015

Examen de gobernabilidad

Los políticos podrán fácilmente culpar a los socios de coalición 
de la inviabilidad de sus programas o de su ineptitud personal

Las elecciones locales y regionales del 24 de mayo despertaron gran expectación. Los pactos de la primera quincena de junio para la elección de alcaldes y presidentes autonómicos han despertado todavía más expectación. Pero es ahora cuando las verdaderas incógnitas empezarán a emerger. Me refiero a la capacidad de los nuevos dirigentes para cumplir sus programas y a la capacidad de los votantes para exigir su cumplimiento.
¿Qué estabilidad cabe esperar de unas coaliciones espurias para expulsar al partido más votado? Concretando un poco más: ¿Qué dirá Carmona (PSOE) a Carmena (Podemos), cuando ésta, ahogada por la falta de liquidez, se niegue a pagar la deuda emitida por los alcaldes del PP que le precedieron en el cargo? ¿Cómo reaccionarán los socialistas valencianos cuando Joan Ribó (Compromís/ERC) pida la independencia a las bravas? ¿Cómo sofocará Ada Colau en Barcelona las ansias independentistas de ERC, de cuyos votos depende? ¿Cómo se encontrará el socialista manchego García-Page en un tren donde viajan enemigos de la Constitución?
Los resultados electorales y los pactos subsiguientes nos acercan al modelo italiano donde la media de duración de sus primeros ministros no llega a dos años. Sería lamentable que copiáramos un modelo que no gusta ni a sus inventores. Los italianos aprobaron en 2014 una ley electoral para asegurar la gobernabilidad y la exigencia de responsabilidades. De entrada, quedan eliminados del parlamento los partidos que no obtengan más del 12% de los votos (en España, 5%). Al partido más votado se le premia con un 15% de votos adicionales para asegurarle una mayoría estable. De no haber ningún partido que llegue al 37% de los votos (que con el premio le daría mayoría absoluta) se procedería a una segunda vuelta entre los dos partidos más votados.  
Todas estas medidas están al servicio de la gobernabilidad y la exigencia de responsabilidades. Al partido vencedor en las elecciones hemos de darle los medios de llevar adelante su programa. Si no es capaz de hacerlo, lo echaremos del poder cuatro años después. Lo que ocurría en Italia hasta el año pasado y ocurrirá en España a partir de ahora, es que los políticos podrán fácilmente culpar a los socios de coalición de la inviabilidad de sus programas o de su ineptitud personal.
La Tribuna de Albacete (15(¡/06/2015)