lunes, 13 de abril de 2015

En años electorales todos somos keynesianos. ¿También Keynes?

Quienes ponen al gobierno en el centro del sistema económico,
dudo que hayan leído a Keynes 


En 1971, para justificar el primer presupuesto deficitario de un gobierno republicano, Nixon afirmó: “Es que ahora todos somos keynesianos”. La afirmación, referida a los políticos, sigue siendo cierta. En años electorales, pocos se resisten a la tentación de aumentar el gasto público y lanzar promesas incumplibles o insostenibles. Los políticos entran en una carrera para ver quien creará más más millones de puestos de trabajo y más servicios públicos. Por supuesto, todos ellos serían gratuitos y la máxima calidad. 
El keynesianismo político se sustenta en una letanía de ideas económicas tan peregrinas como peligrosas. “El mercado es nefasto; el gobierno, omnisciente y omnipotente”. “La oferta (el aparato productivo) es irrelevante; la demanda es lo único que importa”. “Aunque la sociedad nada ahorrara la inversión podría financiarse eternamente con crédito”. “Centrémonos en el corto plazo; a largo plazo todos estaremos muertos”. 
Y digo yo. ¿Por qué no forjar una gran coalición keynesiana para salir de la crisis? Conseguiría muchos apoyos, aunque me temo que no el de Keynes. A pesar de los cantos de sirena del Partido Laborista británico, el economista de Cambridge estuvo siempre afiliado al Partido Liberal. Llamó la atención sobre los problemas endémicos de la demanda en un sistema donde las posibilidades de inversiones especulativas son cada vez mayores. Esto no significa que ignorara la importancia del aparato productivo. Como buen liberal, Keynes lo confió al mercado, es decir a la iniciativa privada presionada por la competencia. La nacionalización (publificación) elimina los incentivos para producir al mínimo coste e innovar continuamente. “Público, barato y de calidad”, es un triángulo que difícilmente va a cerrar, concluyen los liberales.
               Cuando el navío está a punto de hundirse sería ridículo que el capitán consolara a la tripulación recordando que después de la tormenta las aguas volverán a la calma. Fue en este contexto cuando Keynes afirmó: “A largo plazo, todos estaremos muertos”. La frase no debe interpretarse como desinterés por la sostenibilidad económica a lo largo del tiempo. Muy al contrario. Él enfatizó la importancia de un buen diseño institucional para dar certidumbre al inversor, clave de la estabilidad económica. A propósito, el empresario-inversor es el verdadero protagonista de Teoría General. Quienes ponen al gobierno en el centro del sistema económico, dudo que hayan leído a Keynes.
La Tribuna de Albacete (13/04/2015)