lunes, 9 de marzo de 2015

Localizador: izquierda - derecha

Estilos de vida: libertad y diversidad 
versus orden público y armonía

En este año electoral, rabiosamente electoral, no iría mal disponer de un mapa que permitiera localizar en el espectro político a los partidos. Nos serviría, de paso, para ubicarnos a nosotros mismos. Aprovechándo las coordenadas clásicas podríamos utilizar el eje “izquierda-derecha” para los estilos personales y relaciones sociales, el eje  “abajo-arriba” para el sistema económico y el eje “cerca-lejos” para la organización política. Simplificar tiene sus riesgos. Cada eje, a modo de gruesa soga, se compone de varios cordeles que podrían reclamar un trato diferenciado.  
Hoy vamos a analizar el primero de los tres ejes. A la izquierda quedarían aquellos que ponen el énfasis en la libertad individual como estilo de vida personal y de convivencia. Para ellos la diversidad y el cambio son valores en sí mismos. A la derecha situaríamos aquellos que ponen el énfasis en el orden público, la armonía y la paz social. Como buenos conservadores que son, tratarán de mantener lo positivo de la herencia recibida; cambios, los imprescindibles y con cuenta gotas.
Para que la convivencia sea pacífica y la humanidad sobreviva, unos y otros han de aceptar un puñado de derechos y libertades fundamentales. Su mejor expresión la encontramos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 que, lamentablemente, no siempre se respeta.
El problema endémico de la izquierda se llama relativismo moral. Entiendo que haya gente que prefiera aquellos edificios donde cada piso exhibe una decoración diferente y hasta los tabiques son movibles. Pero, ¿pueden desplazarse las columnas basilares sin riesgo de hundir al edificio? Pánico me dan quienes inventan nuevos derechos para escamotear el derecho a la vida y otros que derivan directamente de la dignidad de la persona humana.
El fundamentalismo es el primero de los males endémicos de la derecha. En lugar del esfuerzo personal por respetar ese puñado de derechos fundamentales, los fundamentalistas se empeñan en hacer pasar a todos por el estrecho tubo que ellos mismos han diseñado. Otro de sus males endémicos consiste en confundir “el odio al mal” con el “odio al maleante”, incluso después de haber saldado sus cuentas con la justicia. Su aversión a la diversidad degenera fácilmente en xenofobia.
En un mundo esférico los extremos se dan la mano. Nadie está inmune a los males que critica en el adversario. Las ideologías de extrema izquierda (marxismo e ideología de género) también adolecen de un fundamentalismo inconfesable. Empiezan pidiendo tolerancia para sus valores y estilos de vida; acaban imponiéndolos a los demás a través de un proceso de reeducación.  ¡Y pobre del que no se deje reeducar! 

 La Tribuna de Albacete, 9/03/2015