lunes, 6 de octubre de 2014

Discriminación negativa y positiva

Airea una vieja polémica en economía laboral, todavía por resolver

“De callar no te arrepentirás nunca; de hablar muchas veces”, reza el viejo proverbio. Entre las personas que hoy deben estar lamentándose por las palabras pronunciadas la semana pasada se encuentra Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios. Se limitó a decir que, como empresaria, ella tenía cierta reticencia a contratar mujeres en edad fértil. Suficiente como para desatar la ira de todo el arco político. “Bochornoso”, “vergonzoso”, fueron los comentarios más suaves que escuchó. No voy a defender a la Sra. Oriol cuyo discurso me pareció pobre, en todos los aspectos, empezando por el gramatical. Sí recordaré que no hizo más que airear una vieja polémica en economía laboral todavía por resolver.     
Para empezar hay que reconocer que en España y en todo el mundo existe discriminación contra la mujer en su sentido más elemental: a menudo, por un mismo trabajo y con la misma capacitación, la mujer cobra menos que el varón. Los políticos suelen atribuir este resultado a prejuicios sociales que tratan de erradicar desde arriba, a golpe de decreto-ley. Ya llevamos muchos con resultados más bien mediocres. La economía positiva (la que busca explicar los fenómenos que observamos en la realidad) profundiza un poco más. Si las empresas pueden obtener los mismos resultados a menor coste –se preguntan estos economistas– ¿por qué no despiden a los varones y contratan a las mujeres en paro? ¿No habrá alguna diferencia real? Existe –concluyen–  una diferencia biológica: la maternidad. Una diferencia que lleva aparejados mayores riesgos de intermitencia laboral y que mueve a los empresarios a ajustar el salario femenino a la baja. De no ser posible, se resistirán a contratar mujeres lo que explicaría las mayores tasas de paro femenino.
        Sobre estas bases ha de actuar la economía normativa, la que busca mejorar la situación real apuntalando instituciones como la familia y la maternidad sobre las que descansa la sociedad y la propia economía. A mi entender, la mejor contribución del Estado en este terreno es diluir el riesgo del que hablábamos antes. ¿Cómo? Haciéndose cargo de los costes especiales que derivan la suspensión temporal del trabajo a causa de maternidad. Es un ejemplo de una discriminación positiva “sensata”, que sabe conjugar la igualdad con la libertad. Si no atacamos el problema de la discriminación laboral contra la mujer en sus raíces difícilmente podremos solucionarlo. 

La Tribuna de Albacete (06/10/2014)