lunes, 15 de septiembre de 2014

El retorno de los Austrias

¿Y si promoviéramos un cambio de dinastía 
para los próximos trescientos años?

Por lo que he leído estos días, la desafección de una parte importante de los catalanes deriva de la Guerra de Sucesión Española (que no “secesión”) cuyo tercer centenario estamos celebrando.  Los territorios de la antigua Corona de Aragón, aunque no de forma unánime, se mantuvieron fieles a la dinastía de los Habsburgo y pelearon por el archiduque Carlos de Austria. Los Países Bajos e Inglaterra les apoyaron para evitar la concentración de poder en Francia. Castilla, Navarra y las provincias vascas, hartos de reyes impotentes en todos los sentidos de la palabra, apostaron por el Borbón Felipe de Anjou. Vencieron los borbones. Felipe V, a imagen y semejanza de lo que habían hecho su padre y sus abuelos en Francia, aplicó el rodillo centralista sobre el modelo federalista pactado por los Reyes Católicos. Son los decretos de Nueva Planta que salieron de la pluma de Melchor de Macanaz, un jurista de Hellín.
Y digo yo, ¿no podríamos promover un cambio de dinastía para los próximos trescientos años? ¿Queda algún descendiente de los Habsburgo? Parece que no; la endogamia provocó su extinción. Bueno, pues coronemos a algún catalán y que sirva de reparación por lo mal que les trató Felipe V. ¿Hay alguien con ocho apellidos catalanes que se atreva a optar a la corona española?
El Molt Honorable Artur Mas i Gavarró podría ser un candidato idóneo. Me temo, sin embargo, que pronto quedaría decepcionado al constatar lo poco que manda el rey en una monarquía constitucional como la nuestra. Posiblemente pediría su reincorporación como President de Catalalunya exigiendo, eso sí, las instituciones medievales suprimidas por Felipe V. Su decepción sería todavía mayor al comprobar que las Corts y el Consell de Cent tenían un poder efectivo muy inferior al del Parlament y la Generalitat de nuestros días.
La desafección catalana no radica en derechos históricos ni en agravios económicos. Se mire como se mire, Cataluña nunca ha disfrutado de tanto autogobierno ni ha generado tanta riqueza como en la situación actual, bajo la Constitución de 1978. El rencor se ha alimentado con la manipulación de los sentimientos colectivos a través del sistema educativo y de los medios de comunicación.
La Tribuna de Albacete )(15/09/2014)