lunes, 21 de julio de 2014

España sin españoles

El último informe del INE sobre “Movimiento natural de la población española”, desvela serios problemas demográficos. Estos problemas, cuyos efectos se registran a medio y largo plazo,  importan poco a aquellos políticos que sólo aspiran a ganar las próximas elecciones. Táctica del avestruz quien confía en eliminar el peligro enterrando la cabeza.
España está perdiendo el recurso más valioso de cualquier sociedad: las personas. Cada año hay menos españoles y estos son más viejos. La tasa de fecundidad (hijos por mujer) era 2,8% en 1976, la más alta de la OCDE.  En 2013 es 1,27, la más baja de la OCDE y del mundo. La gravedad del problema se aprecia mejor si tenemos en cuenta que la tasa de reemplazo, la requerida para mantener constante la población, es 2,1. Los movimientos migratorios retrasan el problema. No lo solucionan ni evitan la irrupción de otros problemas colaterales.
¿Cómo explicar la nueva patología de la sociedad española encubada en un tiempo tan corto? Las altas tasas de desempleo han contribuido, sin duda, a la caída de natalidad. Más importante es, a mi entender, el fuerte deterioro de la institución familiar. Habrá que seguir mejorando la conciliación entre vida laboral y familiar, como bien se está haciendo. Habrá que aumentar las ayudas públicas por hijo para acercarnos a la media europea. Pero estas medidas necesarias serán insuficientes si los valores tradicionalmente asociados a la institución familiar se hunden con la caída de esta.
             Aprendí de niño que la familia era la unión, con vocación de permanencia, entre un hombre y una mujer para la ayuda mutua y la procreación y educación de la prole. Alguien me replicará que estoy añorando una familia tradicional ya superada. Yo le responderé que esas familias tradicionales son imprescindibles para evitar la caída de la natalidad y para solventar los problemas asociados al envejecimiento de la población. En lo que sí coincidiré con este interlocutor virtual es que estas soluciones no pueden imponerse desde arriba. Nacen de la generosidad de los jóvenes y se propagan al constatar que unos hijos bien educados son la mejor recompensa personal y el mejor legado que podemos dar a la sociedad.
La Tribuna de Albacete (21/07/2014)