miércoles, 11 de septiembre de 2013

Palabras de paz en Río de Janeiro; tambores de guerra en Damasco

"Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico 
sin precedentes, tenemos que buscarlo, 
tenemos que inserirlo en la misma sociedad”


Interrumpí esta columna a finales de julio. Tras tirar de hemeroteca, dos noticias captan mi atención. Por una parte las palabras de paz del Papa Francisco en Río de Janeiro dirigidas a los dos millones de jóvenes que le acompañaron, amén de los dirigentes religiosos y políticos que se sumaron a la fiesta.  Por otra, los tambores de guerra en Damasco, cada día se oyen con más fuerza. ¿Podrán aquellas palabras acallar estos tambores?
                En el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el Papa dijo a la clase dirigente brasileña: “Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno en cambio (…) Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que es la que favorece el diálogo”.
                Todos los manuales de política hablan de diálogo. Dudo que alguno hable de “diálogo humilde”. ¿Se habrá sentado alguna vez el Presidente sirio, Bashar al Asad, a dialogar con las fuerzas rebeldes? ¿Y qué decir de la determinación de guerra asumida por el Premio Nobel de la Paz, Barak Obama, tras dialogar consigo mismo durante media hora en los jardines de la Casa Blanca? El pretexto para la guerra: unos supuestos gases mortíferos que los expertos de la ONU todavía no saben si fueron tales ni quién los lanzó. Menos mal que el precedente de David Cameron, de consultar al Parlamento, le ha parado los pies. Sea cual sea la decisión del Congreso de los EE.UU., es evidente que este tipo de estrategias nada tiene que ver con el diálogo abierto, constructivo y humilde al que invita el Papa Francisco.
                El problema de fondo es que no se dan las condiciones que hacen posible y fecundo el diálogo. A saber: la búsqueda responsable de la verdad y del bien común por parte de los políticos que nos representan y dirigen. “Es propio de la dirigencia –continúa el Papa– elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés del bien común; por este camino se va al centro de los males de la sociedad para superarlos con la audacia de acciones valientes y libres. Es nuestra responsabilidad, aunque siempre sea limitada, esa comprensión de la totalidad de la realidad observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones. Quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios. Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes, tenemos que buscarlo, tenemos que inserirlo en la misma sociedad. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria”.
                No descubro nada nuevo afirmar que nuestros políticos adolecen de un partidismo y un  “cortoplacismo” exagerado. El mal está ciertamente generalizado, pero resulta más vistoso y detestable cuando asoma en personas que juraron solemnemente defender el interés público por encima de sus propios intereses y los del partido que les alimenta. Me temo que la única preocupación de Al Asad es eliminar a los disidentes para mantenerse en el poder. Y que en los cálculos de Obama lo que más pesa es el impacto de una guerra sobre la opinión pública. Por desgracia, tanto los líderes demócratas como los republicanos estadounidenses saben que una declaración de guerra a su debido tiempo multiplica los votos.
          A algunos las palabras del Papa Francisco en Río de Janeiro le parecerán ilusorias. Podemos estar seguros, sin embargo, que nos espera una guerra detrás de otra si no encontramos el tipo de instituciones que favorezca la responsabilidad ética y el diálogo, en un horizonte que va más allá de las próximas elecciones. 


La Tribuna de Albacete (4/09/2013)