miércoles, 18 de septiembre de 2013

Comparaciones torpes y odiosas

En España ya existe el derecho a decidir ... 
y la obligación de decidir conforme a derecho

“La vía catalana a la independencia será democrática, pacifista, cívica y festiva -aseveró el President de la Generalitat, Artur Mas-; nadie podrá detener el clamor popular”. Como referentes internacionales citó la vía báltica y la marcha de Luther King.  Dos comparaciones tan torpes como odiosas. Y una retahíla de adjetivos que olvida el más importante: “legal”.
                En 1989 un millón y medio de personas se dieron la mano a lo largo de los seiscientos kilómetros que recorren las tres repúblicas bálticas. El 11 de septiembre de 2013, un millón y medio de personas unieron los cuatrocientos kilómetros que separan el norte y sur de Cataluña. Sonaron muy bien, a los oídos de los independentistas, las palabras de elogio a la última Diada pronunciadas por algún político lituano. Este pronto se vio obligado a aclarar que, por supuesto, él se refería a un proceso legal de autodeterminación.  De hecho, así lo fue su independencia de la URSS en 1991. El Kremlin se limitó a aplicar un artículo de la Constitución soviética que admitía el derecho de autodeterminación para las repúblicas anexadas tras la II Guerra Mundial; no para los territorios históricos de Rusia. La cuestión que hoy está sobre el tapete, y que plantearíamos a nuestro interlocutor lituano es otra: “¿Cómo reaccionarían ustedes si mañana una región o municipio de la actual Lituania decide a mano alzada y en tono festivo su independencia del resto del país?” No conozco bien a los lituanos. Sí sé lo que dirían Rusia, Alemania, Francia o cualquier país con siglos de historia común y una constitución que garantiza la unidad política.
                La segunda comparación resulta todavía más “odiosa”. Tanto es así que la Fundación Martin Luther King, dirigida por los hijos del líder americano asesinado en Memphis en 1968, ha pedido al político catalán que no vuelva a mezclar movimientos políticos con movimientos pro derechos humanos. En la marcha de 1983 hacia Washington se dieron la mano negros y blancos para defender los derechos civiles de la población negra que seguía flagrantemente segregada. En España, por fortuna ya no estamos reivindicando derechos humanos. La mejor prueba de su respeto es la convocatoria de una manifestación independentista por partidos que se declaran tales. La autodeterminación de los territorios, que yo sepa, no es un derecho humano, ni está recogido en ninguna Constitución de países democráticos, ya sean unitarios, ya federales. No se dejen engañar cuando los independentistas a mano alzada invocan alguna declaración de la ONU. Este organismo refirió el derecho a la autodeterminación solo a las colonias ocupadas por los países europeos desde finales del siglo XIX. Colonias que siempre fueron vistas como una figura transitoria.
                Dos días después de la Diada, Mariano Rajoy respondió una carta de Artur Mas donde éste pedía que se crearan las condiciones para que el pueblo catalán pudiera ejercer el derecho de autodeterminación. Yo hubiera despachado la respuesta en un par de párrafos. El primero para recordar que en España ya existe el derecho a decidir … y la obligación de decidir conforme a Derecho. Se trata, ciertamente, de un proceso largo que requiere reformar la Constitución de 1978. Lo primero que han de hacer sus promotores es aclarar sus pretensiones independentistas en el programa electoral. Es la manera correcta de apreciar cuánto pesa el “clamor independentista” del que habla Mas. Si de verdad existe, otros partidos de ámbito nacional pueden apoyar la creación de un nuevo estado español sin Cataluña. O la creación de una confederación, similar a la actual UE, donde cada país es libre de solicitar la entrada o salida.  O ninguna de las dos cosas, que para eso son soberanos.
                Aprovecharía la carta para aclarar que, con la legislación actual en la mano, sí caben otras formas de ejercer el derecho a decidir en toda España. ¿Por qué no lo promueven en el campo educativo donde tan saludable sería? ¿Por qué no se concede a los padres el derecho a decidir el colegio de sus hijos entre los que libremente creen la iniciativa privada y la pública? Con una medida tan sencilla como esta, es posible que  el pretendido mal de la “desafección catalana” se curara en un par de décadas. La mitad de la que llevan los catalanistas controlando el sistema educativo.

La Tribuna de Albacete (18/09/2013)