jueves, 6 de junio de 2013

La banca y su máquina de crear dinero

No hay que echar oxígeno (crédito) al globo de la especulación

Cuentan que en los años de prosperidad un constructor entró en el despacho del director del banco que le esperaba con los brazos abiertos. –Hoy vengo a pedirte mucho dinero, dijo el constructor. –Lo que quieras y para lo que quieras, respondió el banquero; nuestro negocio consiste en dar crédito a gente tan cumplidora como tú. Al oír la cifra astronómica que le pedía no pudo menos de preguntar: –¿Y qué vas a hacer con tanto dinero? –Comprar tu banco, respondió el constructor.
Cuando empiezo a contar una historia a mis hijos, ellos me interrumpen para asegurarse: “¿Ha ocurrido de verdad?” Mi respuesta suele ser: “Si no ha ocurrido, puede pasar en cualquier momento”. Lo mismo diría de la historia del banquero y el constructor. Lo más grave es que nadie se está tomando en serio la prevención de este riesgo.
En la economía actual los bancos pueden crear cualquier cantidad de dinero a través de la concesión de créditos. Los efectos, como demuestra la crisis de 2008, suelen ser perniciosos: millones de personas aplastados por la deuda; burbujas en los mercados inmobiliario y bursátil que hacen daño al inflarse y al explotar. Los que saben un poco de economía dirán que, en el sistema de reservas fraccionarias la capacidad de crear dinero bancario está limitada por el coeficiente de caja impuesto por el Banco Central. Los que saben más de economía (sobre todo de economía práctica) matizarán que en la actualidad, con un coeficiente del 2%, este límite apenas restringe. Hay países, como Canadá, que han eliminado el coeficiente de caja sin apreciarse cambios relevantes. El verdadero límite a la banca proviene de la necesidad de cuadrar cada día su balance financiero; no se admiten descubiertos. Cuando el banco A presta un millón de euros a un constructor lo que hace es abonar esa cantidad en su cuenta corriente. El crédito se convierte automáticamente en depósito y en medio de pago (dinero). Lo normal es que el constructor haga una serie de pagos y el millón de euros acabe en el banco B. Por la noche, el banco A deberá acudir al mercado interbancario o al Banco Central. Si el descubierto se repite un día detrás de otro, los problemas de liquidez del banco A acabarán siendo problemas de solvencia. Así empiezan las crisis bancarias.
Los economistas austriacos proponen la vuelta al patrón oro y la instauración de un coeficiente de caja del 100%. Bajo este sistema, concluyen, la banca no podría crear dinero y se acabarían todos los problemas asociados a la sobreemisión. No se dan cuenta estos economistas que una economía en crecimiento necesita la expansión de medios de pago y que esto ocurre de forma automática gracias al crédito bancario. Con las medidas propuestas se agravarían los problemas de liquidez e insuficiencia de demanda efectiva, problemas endémicos en las economías capitalistas.
El mal no estriba en que la banca pueda crear dinero, sino que pueda hacerlo para financiar actividades especulativas. Si el crédito se destinara a aumentar la producción de bienes no habría que temer la inflación pues la oferta de bienes crecería a la par que la demanda.  Pero si este dinero se destina a comprar terrenos, acciones y otros activos no reproducibles  el impacto se registrará directamente en los precios. Son las burbujas inmobiliarias y bursátiles a las que nos hemos referido antes.
La crisis de 2008 ha puesto en evidencia la necesidad de reformar las reglas e instituciones del sistema financiero. La reforma más importante, absolutamente necesaria para evitar un nuevo episodio de crisis financiera, está por hacer. Su objetivo ha de ser obligar a la banca a discriminar entre el crédito para inversiones productivas y el crédito para inversiones especulativas. El primero debería gozar de la fluidez que han tenido hasta el presente. No hay que poner palos en las ruedas del carro empresarial. No se debiera admitir, empero, que los bancos ejercieran su poder de crear dinero para financiar actividades especulativas. Al constructor que deseaba un crédito para comprar las acciones del propio banco se le despacharía con la siguiente nota: “Para financiar este tipo de inversiones, que no crean riqueza y suelen tener un componente especulativo, le aconsejamos que recurra a sus propios ahorros o que emita bonos para captar el de sus compañeros”.
La Tribuna de Albacete (5/06/2013)