miércoles, 12 de junio de 2013

Presiones sobre las pensiones

La pirámide demográfica europea cada día se parecen más a una bombona de butano

El tema de las pensiones es tan recurrente como la vida misma. Cada generación debe replantearse si la sociedad dispone hoy de recursos para financiar a sus mayores y si, a un par de décadas vista, podrá asegurar su propia vejez. En España las batallas sobre las pensiones se han librado en un escenario llamado “Pacto de Toledo”. Allí, en 1993, se gestaron las líneas maestras del sistema de pensiones y acordó que se trataba de una “materia de estado”, por encima de las ideologías y conveniencias electorales. Cualquier reforma futura habría de gozar de consenso entre partidos políticos y agentes sociales. Veinte años después casi nadie discute las ventajas del sistema de reparto allí aprobado, pero casi todos son conscientes de lo vulnerable que resulta a cambios demográficos y/o económicos.  

La pirámide demográfica europea se empieza a asemejar a una bombona de butano. Cada vez nacen menos niños y casi todos los que nacen viven hasta bien entrados los ochenta años. La tasa de dependencia española se aproxima a la media europea (cuatro cotizantes por jubilado), pero crece mucho más deprisa. La razón es obvia: en el último cuarto de siglo pasamos a ser el país europeo con mayor tasa de natalidad al país con la tasa más baja. El alargamiento de la vida es el segundo factor en juego; también muy importante, aunque aquí la evolución es similar en todos los países.  

Añadamos ahora el factor económico. La tasa de desempleo española pasó del 8% en 2007 al 25% en 2013. Seis millones en personas en edad de trabajar no solo no contribuyen a financiar a sus mayores sino que necesitan ser subvencionados. El resultado de estos dos procesos (demográfico y económico) explica el déficit actual de la seguridad social y su quiebra inminente. Sí o sí. La reforma del sistema de pensiones resulta imprescindible y urgente.

Una primera solución consiste extender la edad normal de jubilación. En España la hemos elevado de los 65 a los 67 años y con perspectivas alcistas. Me aterran los resultados previsibles sobre el mercado laboral. En desempleo de los años ochenta se mitigó parcialmente reduciendo la edad de jubilación. Ahora caminamos en dirección contraria. Estamos agravando unos de los problemas más serios que adolece la sociedad española: el paro juvenil.  No desearía quitar el puesto de trabajo a mis hijos o nietos.

Una segunda solución (la preferida por la izquierda política) consiste en aumentar la cuantía de las cotizaciones sociales.  Actualmente representan el 10,5% del salario medio. Podía subirse  hasta el 13 ó 14% vigente en algunos países europeos. ¿Con qué efectos? A nadie se le escapan que un gravamen excesivo del trabajo desalienta la contratación e incentiva la economía sumergida. Los trabajadores de esta economía fantasma ni cotizan ni tienen seguros de ningún tipo. Lo peor de lo peor.

La tercera solución consiste en flexibilizar la cuantía de las pensiones para adaptarlas a la coyuntura económica. Esta es la solución estrella propuesta hace unos días por el grupo de expertos nombrado por el Gobierno. En lugar de indiciar las pensiones con el IPC, el ajuste anual se hará depender de las condiciones demográficas y económicas del momento. 

La medida me parece razonable. Todos, empezando por los pensionistas, habrán de esforzarse para asegurar la sostenibilidad del sistema de reparto. Ahora bien, para que la seguridad social siga haciendo honor a su nombre, el menú propuesto por el comité de expertos habría de ser aderezado con tres ingredientes adicionales. (1) Dar facilidades a quienes desean completar su jubilación con seguros privados. (2) Introducir límites superiores e inferiores para que el ahorro generado en las épocas de auge cubran el déficit propio de las recesiones. (3) Ampliar el colectivo asegurado a todos los trabajadores europeos. Ello permitiría que, en cada momento, los países con superávit colaboraran en la financiación de los países deficitarios. No hemos de olvidar que las pensiones son un sistema de seguros y cuanto mayor sea el colectivo asegurado menor será el riesgo. Un argumento más para la defensa de la Unión Europea. 

La Tribuna de Albacete (12/06/2013)