viernes, 5 de abril de 2013

De armas y drogas

¿Hay alguien que desee una sociedad de zombis?


Recientemente he leído en la misma página del periódico dos noticias sin relación aparente. (1) “Un adolescente entra en su colegio de EE.UU. con un arma de fuego y dispara a discreción contra profesores y compañeros”. (2) “El consumo de estupefacientes entre la población juvenil hunde el rendimiento escolar y dispara la delincuencia juvenil”. Me llama también la atención las reacciones opuestas que provocan estos sucesos. Las primeras noticias suministran carne de cañón a los movimientos favorables a la ilegalización de la tenencia de armas. Las segundas son utilizadas como argumento para la legalización del consumo de droga. El debate que se avecina sobre la legalización de la droga blanda nos obliga a relacionar ambas noticias y llegar hasta el fondo del asunto. 
Antes de iniciar cualquier debate, conviene aclarar el objetivo del mismo. Lo que aquí se discute es la legalización de aquellas sustancias dopantes que ya desde el primer momento originan una disminución de la consciencia y conciencia de la persona que las consume. La estrategia gradualista utilizada por los defensores de la legalización es una hipocresía y una trampa que hay que evitar a toda costa. Hoy piden la legalización de la marihuana so pretexto de que ya es un hecho consumado; mañana pedirán la legalización de la cocaína pues son ya son multitud los que han dado el paso hacia ella. Pasado mañana…
La idea de “libertad responsable” debería ser otro pilar común sobre el que sustentar el debate. Aceptamos que cada persona es libre para pensar y hacer lo que quiera, pero ha de sujetarse a los principios de la moral y las leyes positivas. Es inmoral todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano Aceptamos que cada persona es libre para pensar y hacer lo que quiera siempre que respete los principios morales y legales que garantizan la libertad del resto y la paz social. 
Es inmoral todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano.  La tenencia de armas no es inmoral, por sí misma. Tampoco el consumo alcohol, que hasta en la dieta de los monjes va incluido. Beber para desinhibirse ya despierta un juicio moral negativo. Por esa misma razón resulta inmoral el consumo de droga. Y lo es desde la primera dosis, pues su objetivo no es otro que el desinhibirse. ¿Hay algo más inmoral que dejar de ser uno mismo? 
Aquellas conductas inmorales más perjudiciales para terceros o para la sociedad en su conjunto, deben ser ilegalizadas y obligarán a todos, quieran o no. El tipo de prohibiciones y la dureza de las sanciones, se lo dejamos al legislador de cada país. En España, por poner un ejemplo que nos satisface, solo pueden tener armas de fuego quienes cuentan con la licencia oportuna y la utilizan para los fines específicos contemplados en ella (para la caza, digamos). Nuestra legislación no prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas pero sí conducir bajo los efectos del alcohol. Una ingesta excesiva de alcohol disminuye la percepción del riesgo y convierte al conductor en un peligro social. Lo mismo ocurre con la droga desde la primera dosis. Todo lo que toque la persona drogada (desde el volante de un coche, hasta una hoja de cálculo o la firma de un contrato) supone un riesgo para terceras personas. 
En el debate sobre la legalización de la droga no debemos olvidar los posibles daños al conjunto de la sociedad. En algunos círculos norteamericanos se decía: “Si queremos destruir a la raza india, que hemos recluido en las reservas, bastará con suministrarles drogas para que se atonten en sus casas y armas para que se maten en los bosques”. ¿Es eso lo que buscamos en los países que se autoproclaman “avanzados”? ¿Hay alguien que desee una sociedad de zombis? 
La erradicación completa del crimen es imposible. Armas y drogas existirán siempre. Pero no es lo mismo tenerlas en la mesilla del dormitorio que en lo alto de una montaña de acceso prohibido. La legalización de estas conductas favorece que un número no despreciables de personas superen sus enfados a tiros y su aburrimiento con drogas. Aunque la adicción a la droga no fuera generalizada, multiplicar por diez el número actual de drogodependientes es un desastre que estamos obligados a evitar.

La Tribuna de Albacete (3/04/2013)