jueves, 6 de septiembre de 2012

La "rentrée"

Este año procuraré hacer las cosas un poco mejor que el anterior.

Cada lengua tiene unas palabras afortunadas que explican mucho en pocas letras. Del francés escojo “rentrée”. Alude a la “vuelta al trabajo” pero con importantes matices. Es la reincorporación al hábitat natural: tu oficina, tu colegio, tu casa y un barrio con su peculiar ruido de fondo. Aunque uno haya disfrutado de las vacaciones en el mes de julio, la verdadera “rentrée” no llega hasta primeros de septiembre cuando los niños vuelven al cole y la vida socioeconómica recobra el pulso normal. Las agendas que nos dan a los profesores empiezan el uno de septiembre y acaban en agosto. Esas agendas servirían para la mayoría de las personas de occidente donde el curso escolar ha acabado marcando nuestros ritmo de vida.
                La “rentrée” tiene un sabor agridulce.  Aunque siempre se hable de la cuesta de enero, la verdadera cuesta llega en septiembre. Este año, con la subida del IVA la notaremos más. Las mayores dificultades, sin embargo, son más psicológicas que económicas. El “síndrome post-vacacional” afecta a muchas personas y crea una sensación de temor, por no hablar de angustia. Unos temen ponerse a las órdenes de un jefe que en su subconsciente se representa como un ogro revitalizado en el verano. Otros temen dirigir a sus subalternos a quienes sienten cada día ven más distantes. Los profesores imaginan una clase llena de alumnos interesados en todo menos en aprender. Los alumnos ven en la tarima a un profesor que disfruta suspendiendo. Y así sucesivamente. En esas mentes deprimidas, las cosas cobran vida y no siempre para bien. Una columna de expedientes que amenaza con aplastarte. Una tecnología, a marchas aceleradas que nos dejará a casi todos en la cuneta.
                La mayoría de la población no se lo toma a la tremenda, prefiere resignarse. Aceptan el trabajo como la única forma de ganarse las habichuelas y pagar las próximas vacaciones. La rutina, dicen, simplifica la vida y los días grises pueden amenizarse viendo un partido de fútbol o apostando a la bonoloto. La resignación, sin embargo, no es fuente de alegría ni sirve de cimiento para construir obras grandes. Hace unos días, en una reunión familiar, el abuelo preguntó quien esperaba con ilusión el nuevo curso. Sólo una niña de seis años dio una respuesta positiva: “Yo tengo muchas ganas de que empiece el cole para encontrarme con mis amigos de siempre y, tal vez, algún chinito nuevo. Estrenaremos libros muy chulos.  Y, por fin, podré apuntarme al club de baloncesto”.
                Todos deberíamos aprender de esta niña. Es importante empezar con esperanza y proyectos concretos cada curso escolar o laboral. Aunque la vida de una persona esté ya muy aposentada y su trabajo tenga pocas novedades siempre es posible decir: “Este año procuraré hacer las cosas un poco mejor que el anterior”. ¿O hay alguien que no pueda mejorar?  En esta actitud de superación personal radica la clave para transformar el trabajo de carga que aplasta a motor que dinamiza.
                La segunda clave consiste en comprender la dimensión social de nuestras actividades. El médico no trabaja con expedientes clínicos sino con personas de carne y hueso, que esperan le arreglen los huesos dislocados. La misión del profesor no consiste en marcar un porcentaje de aprobados dentro del cupo de alumnos que le han asignado. Delante tiene personas singulares con derecho a ser instruidos. El fin último del mecánico no consiste en reparar el coche sino en mejorar la seguridad de quien ha de conducirlo. La proyección social del trabajo se aprecia, sobre todo, en el equipo laboral. Disfrutaremos de nuestro trabajo y le sacaremos más partido si conseguimos crear un ambiente de confianza y amistad dentro de ese equipo.
                La “rentrée” del 2012 será menos traumática que otros años. Quien más quien menos, todos los currantes nos sentimos afortunados por disponer de un puesto de trabajo que seis millones de parados estarían dispuestos a coger a la mitad del salario. Ellos son los verdaderos damnificados de la crisis. La mejor manera de ayudarles es realizar nuestro trabajo con ilusión y esmero. El aumento de la productividad que resulta de esta actitud, creará el caldo de cultivo idóneo para la multiplicación de los puestos de trabajo.

La Tribuna de Albacete (05/09/2012)