miércoles, 16 de mayo de 2012

Bancos en bancarrota

La creación de un banco malo recuerda aquel insulto:
“eres más tonto que mandado hacer por encargo"


Tras la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, el Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Ordóñez, defendió por activa y pasiva la solidez del sistema bancario español, “uno de los mejores del mundo”.  Y no le faltaba razón.  Los balances de los bancos españoles no estaban contaminados por los productos derivados de las hipotecas basura emitidas en los EE.UU. que pusieron en jaque a las finanzas internacionales desde el verano de 2007.  De hecho, y en marcado contraste de lo que ocurría en otras partes del mundo, ninguno de los grandes bancos españoles quebró ni requirió ser intervenido en el 2009.   
                No debemos olvidar, sin embargo, que los soberbios rascacielos que albergan a los bancos están levantados sobre arenas movedizas.  Son gigantes con los pies de barro, expuestos a los avatares de la coyuntura económica.  Los bancos que pasan con notable los “stress tests” pueden resistir un terremoto.  Pero ninguno aguanta un terremoto detrás de otro.  Cuatro años seguidos de crisis, con cinco millones y medio de desempleados, ponen en jaque al más sólido de todos los bancos.  La semana pasada fue intervenido el primer grupo bancario español (Bankia).  Ningún banco, y aquí incluyo también a los alemanes, puede librarse de una crisis de esas que se llaman “sistémicas” y se ilustran con la caída de fichas del dominó.  
                Hasta la fecha, las estrategias practicadas dentro y fuera de España han sido poco efectivas, llevándonos a un círculo vicioso de difícil salida. Los bancos con problemas pedían ayuda a sus respectivos estados, quienes para recabar dinero se veían obligados a vender deuda pública a los propios bancos, quienes… A estas alturas de la película (cuando ya no es posible rebobinar) hay que apostar por políticas más radicales.  Nadie debiera rasgarse las vestiduras si la intervención de Bankia lleva a una nacionalización temporal.  La función del gestor público en una crisis tan profunda como la que padecemos consiste garantizar los depósitos y asegurar el flujo de crédito hacia los pocos empresarios que se arriesguen a invertir.  Afortunadamente, para cumplir estos cometidos no se necesita recapitalizar el banco y destinar la mayor parte de los recursos a provisiones de impagos.  Esto se hará cuando el banco salga otra vez a la bolsa, que esperemos sea pronto.  La nacionalización tampoco tiene que suponer a los contribuyentes costes altos e irrecuperables.  Los verdaderos “contribuyentes” son los actuales propietarios de Bankia que ya han perdido la mitad del valor de las acciones y se verán obligados a venderlas al Estado a un precio de saldo.
                La creación de un banco malo podría ser otra estrategia útil, si bien se gestionara.  Para empezar hay que aclarar que lo que se crea no es un banco malo sino una inmobiliaria buena; “afortunada”, sería la palabra.  Los bancos venden a esa inmobiliaria las hipotecas de morosos y quebrados.  Habiendo comprado a un precio de saldo, las inmobiliarias no tendrán dificultad de vender rápidamente, y con un margen de beneficio aceptable, los stocks de viviendas.  Para dar una imagen de seriedad, el Gobierno plantea que esos créditos hipotecarios no salgan del balance de la banca hasta que los pisos resulten vendidos.  Sinceramente no lo entiendo; el tiempo de formalismos ya se ha agotado. Lo que necesita la banca española es deshacerse de todos los activos dudosos que dañan su imagen internacional y repercuten en su prima de riesgo.  Bastante pierden con vender a 50, créditos cuyo valor contable era hasta ayer de 100.  Los costes para el Gobierno (léase contribuyentes) tampoco tienen por qué ser excesivos y podrían descargarse temporalmente en el BCE. En realidad, si los agentes económicos estuvieran convencidos que éste es un verdadero banco central, dispuesto a actuar como prestamista de última instancia, la presión de los mercados no tendría donde agarrarse.
                A más de uno, la creación de un banco malo le recordará aquel insulto: “eres más tonto que mandado hacer por encargo”.  Otros considerarán “ciencia ficción” este tipo de ajustes que consisten en diluir la deuda pasándosela de unos a otros.  No lo discuto.  Pero, ¿qué es el dinero sino una gran ficción de aceptación generalizada? 

La Tribuna de Albacete (16/05/2012)