miércoles, 7 de marzo de 2012

La educación gratuita y de calidad se llama cheque escolar



Libertad de elección, variedad de oferta y adaptación a un medio cambiante … 
¡Qué horror!

Casi todos los indicadores de calidad en el sistema educativo apuntan hacia abajo.  Pondré varios datos referentes a España pero que conste que los problemas no se acaban en los Pirineos.  El 28,4% de los jóvenes entre 18 y 24 años no han acabado la educación obligatoria.  En la enseñanza secundaria, un tercio del alumnado acaba repitiendo curso.  En el otro extremo de la escala, vemos que sólo un 3% de los estudiantes merecen la consideración de excelentes.  La igualación hacia abajo lleva a estos resultados.
Si pasamos estos datos a cualquier político su respuesta no se hará de esperar: “¡Hay que aumentar el gasto en educación!”  Lamentablemente estamos ante uno de esos agujeros que no pueden taparse con dinero.  Si una cosa han puesto de manifiesto los informes PISA es la baja correlación existente entre el gasto educativo y el éxito escolar.  La educación es una esponja que absorbe todo el dinero que le eches sin mejoras proporcionales.  Regalar un ordenador a todos los escolares mejora las estadísticas tecnológicas, pero no anima a los escolares a hincar los codos, ni consigue que los profesores se impliquen más.  Esos cambios, que son los decisivos, los trae el cheque escolar.
En todas las manifestaciones estudiantiles abundan las pancartas con el siguiente texto: “Por una educación de calidad, gratuita y pública”.  El lema auspiciado por el cheque escolar sería: “por una educación de calidad, gratuita, libre y competitiva”.  La libertad de los padres para elegir centro y la competencia entre los diferentes centros incentivan a los cuadros directivos y al profesorado a dar lo mejor de sí mismos.  La titularidad de los centros (pública o privada) es una cuestión secundaria.  Lo importante es que compitan entre sí.  Los centros que, por su desidia, pierdan el alumnado se verán obligados a pasar la dirección a otros equipos más capaces.
Los objetivos y medios del cheque escolar son muy modestos.  No pretende revolucionar el sistema educativo desde arriba sino abonarlo con ciertas dosis de libertad y competencia que fuercen una reforma desde dentro.  La libertad de elección de operadores dinamizó a finales del siglo XX servicios públicos como la telefonía, que todo el mundo consideraba como el paradigma del “monopolio natural”.  ¿No podrá hacer otro tanto con la educación?  Basta ya de justificar el monopolio público por la importancia del sector.  ¿Acaso el pan nuestro de cada día no es tanto o más necesario que la educación?  ¿Por qué lo dejamos, entonces, en manos de la libre iniciativa privada movida por el ánimo de lucro?  Ya les gustaría a los panaderos que les asegurásemos la clientela del barrio o que les convirtiéramos en funcionarios con un sueldo que no depende de la calidad del pan y de la cantidad que consigan vender.  Para desgracia de los panaderos (y bien de los consumidores), la competencia les obliga a levantarse a las dos de la madrugada y pensar continuamente en cómo mejorar la relación calidad-precio.
El cheque escolar estimulará a directivos y profesores a poner sus conocimientos y valía al servicio de una educación mejor.  Todos los centros estarán obligados a transmitir a la perfección los contenidos mínimos que la autoridad educativa imponga en matemáticas, lengua y el resto de las asignaturas troncales.  Los resultados en las reválidas de fin de ciclo serán siempre la mejor carta de presentación para cualquier colegio.  La diferenciación vendría en los temas complementarios y, sobre todo, en los métodos.  Un colegio apostará por utilizar el inglés como lengua vehicular; otro por asegurar conocimientos óptimos de castellano, reforzando el inglés en campamentos de verano.  Mientras un colegio separa a los alumnos en cada asignatura atendiendo a su capacitación intelectual y su interés personal, otro pondrá por delante el objetivo de la integración social dentro del aula.  Habrá colegios que se instalen en el centro de la ciudad para gozar de la ventaja de la proximidad.  Los que se ubiquen a varios kilómetros competirán ofreciendo mejores instalaciones deportivas y un horario más amplio que permita integrar el deporte y otras actividades extracurriculares.
Libertad de elección, variedad de oferta y adaptación a un medio cambiante … Estos son algunos de los frutos de la competencia.  ¡Qué horror!

La Tribuna de Albacete (07/03/2012)