Donald Trump ni duerme ni deja dormir. Cada día se
despierta con nuevas ocurrencias que no dejan tranquilo a nadie. La última,
convertir la Franja de Gaza en un Ressort Turístico. Me uno a la opinión mayoritaria
que denuncia la ilegitimidad, injusticia, imposibilidad e inutilidad de esta
ocurrencia. Los palestinos preferirán morir matando, antes que ser expulsados
de su patria.
Pero no hay mal que por bien no venga. La idea de Trump
ha despertado un sueño de mis años mozos. Entonces lo enterré por utópico. Hoy sigo
pensando lo mismo, pero entiendo que los problemas irresolubles deben abordarse
con un poco de imaginación. Mi propuesta es que Egipto (el más firme defensor
del pueblo palestino) venda a la ONU una parte de la franja norte de la
Península del Sinaí. La ONU se encargaría de acomodar a los palestinos que
voluntariamente decidieran emigrar desde Israel. Cada emigrante ostentaría un
derecho de propiedad sobre la tierra y un trabajo en las empresas árabes que
decidieran establecerse en la nueva franja. Para facilitar la operación, estas
empresas estarían exentas de aranceles e impuestos y gozarían de unas
infraestructuras de primera calidad. Las condiciones naturales del territorio serían
un buen reclamo para las empresas turísticas. El objetivo fundamental, sin
embargo, sería crear un Estado independiente y un sistema económico diversificado
y viable.
¿Y quién pagaría el pato? La ONU con las contribuciones
de todos los países miembros. El principal pagador sería el Estado de Israel.
Si los políticos judíos son tan inteligentes como parece, comprenderán las ventajas
de destinar a ese fin parte del dinero que actualmente están quemando en una
industria militar solo sirve para alimentar odios atávicos y guerras inútiles.
La Tribuna de Albacete (10/02/2025)