domingo, 2 de junio de 2024

¿Qué tipo de UE queremos?

 

Europa y la civilización europea que alumbró el mundo occidental nacieron de la confluencia de la filosofía griega (Sócrates, Platón y Aristóteles), la ética judeo-cristiana (los mandamientos que condenan matar, robar y mentir) y el derecho romano (que organiza las relaciones contractuales entre los individuos). En los siglos XVIII y XIX los filósofos ingleses y franceses realizaron importantes aportaciones al Estado democrático de derecho basado en la separación de poderes. En el siglo XX, la ONU recordó que los poderes públicos estaban obligados a respetar los derechos fundamentales del ser humano que arrancan con el derecho a la vida y siguen con la igualdad y libertad.

Las raíces de la Unión Europea beben, precisamente, de estas fuentes. Así lo atestiguan los Padres de Europa reunidos en Roma en 1957. Apremiados por reconstruir la paz, Konrad Adenauer, Robert Schuman y Alcide de Gaspari propusieron una integración económica y cultural que uniera a todos los europeos.  El fundamento era la Economía Social de Mercado que enfatiza la importancia de la propiedad e iniciativa privadas en mercados competitivos. El estado podía regularlos y suplirlos, respetando el principio de subsidiariedad. Con otras palabras, debería abstenerse de intervenir cuando los individuos y grupos sociales fueran capaces de organizarse por sí mismos. La influencia de la doctrina social de la Iglesia Católica fue importante. Basta con decir que Schuman y Gaspari están en proceso de beatificación.

La UE ha permitido a Europa disfrutar de la etapa más larga de paz, prosperidad económica y bienestar social. Las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 9 del junio nos brinda la oportunidad de refrendar qué tipo de UE queremos. ¿Apuntalar este sistema que tantos frutos ha cosechado o sustituirla por el señuelo de un Estado omnipresente y omnipotente que organiza nuestras vidas desde arriba? En la segunda alternativa el principio de subsidiariedad suena a anatema, la independencia del poder judicial es el próximo enemigo a batir y los derechos personales serán ahogados por la marea de nuevos derechos ofertados por los políticos. Yo elijo la primera alternativa convencido de que las deficiencias que pueda tener no se curan alejándonos de las raíces de Europa sino volviendo a ellas.

La Tribuna de Albacete (3/06/2024)