lunes, 13 de febrero de 2023

Carta a mi nieta

 El 17/10/2009 asistí a una manifestación provida en la madrileña calle de Alcalá. Los manifestantes trataban de frenar la Ley Aído que elevaba el aborto a la categoría de derecho fundamental de la mujer. Mientras avanzaba penosamente entre el gentío, pergeñé una carta para mi futura nieta. La publiqué en la Tribuna de Albacete el 21 de octubre. Transcribo alguno de sus párrafos. No veo nada que cambiar.

Mi querida nieta Guayente: Sea cual sea el día en que esta carta llegue a tu poder no la has de leer hasta el 10 de diciembre de 2048. ¿Me lo prometes? Será una fecha memorable para la humanidad que tú habrás de convertir en día de acción de gracias. Coincidiendo con el centenario de la DUDH, los niños de todas las escuelas del mundo leeréis este manifiesto: “(1) Queda reestablecido el artículo 3 de la Declaración de 1948. Todos los seres humanos vuelven a gozar del derecho a la vida; un derecho sin excepciones, graduaciones o “interrupciones” porque la vida no las admite. (2) Las mujeres que experimenten un embarazo no deseado tendrán derecho a la protección necesaria antes y después del parto, incluida la posibilidad de dar al niño en adopción”.

El camino no ha sido fácil. Una vez borradas las líneas rojas de la moralidad, la ley del aborto se convirtió en un cajón de sastre donde todo cabía. A la sangre de los fetos, siguió la de bebés y otras formas de violencia doméstica que crecieron exponencialmente. La abolición del derecho a la vida se llevó por delante otros derechos fundamentales como la libertad de conciencia y expresión.

¡Pero no hay mal que por bien no venga! Aquel olor nauseabundo despertó a un número creciente de personas que se atrevieron a pensar por sí mismas. Ese día empezó la “era humana” de la historia de la humanidad. ¡Que la disfrutéis por muchos siglos, Guayente!

La Tribuna de Albacete (13/02/2023)