No
hace falta presentar este cuento para niños con una clara moraleja para mayores:
Quien engaña a sus vecinos gritando “que viene el lobo”, acaba devorado por un lobo
de verdad. Sí conviene aclarar a qué
Pedro me estoy refiriendo. ¿A Pedro Castillo, presidente de Perú y hoy
presidiario? ¿O a Pedro Sánchez, presidente de España recluido en la Moncloa para
evitar los abucheos de la calle? A los dos.
Pedro Castillo
dio un golpe de Estado el 8 de diciembre al disolver el Parlamento y anunciar la
dictadura del decreto-ley. No sabía que en aquellos momentos el Parlamento
estaba votando su destitución por “permanente incapacidad moral”. Dos horas
después entraba en la cárcel donde le esperara el expresidente Pedro Alberto Fujimori,
aquel temible golpista de derechas.
Pedro
Sánchez aprovechó el puente de la Constitución para asaltar la cúpula del poder
judicial. La nueva ley le permitirá nombrar a la mayoría de los magistrados del
Tribunal Constitucional, la única institución que, a día de hoy, podía pararle
los pies. Lo hizo, eso sí, con la sonrisa en los labios, requisito para que un
golpe de estado sea considerado como “desórdenes públicos”. Justificó lo injustificable sacando pecho, algo habitual en él: “Europa aplaudirá nuestra valentía para desbloquear la
Constitución española de 1978”.
La
trama de estas dos historietas puede discurrir por varios derroteros. El final sí
lo veo claro. Todos los pedros acaban devorados por el lobo que han alimentado
con mentiras y traiciones.
La Tribuna de Albacete (12/12/2022)