domingo, 17 de abril de 2022

Capaces de lo mejor y lo peor

 Dime cuál es tu concepción del ser humano (eso que los filósofos llaman “antropología”) y yo te diré de qué pie cojea tu vida personal y familiar, las reformas educativas que propones y los tratados de paz que firmas.

 Para Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre”. Los políticos que se empeñan en domesticar esa jauría de lobos fácilmente degeneran en monstruos autoritarios (“el Leviatán”). Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza; solo se corrompe al entrar en sociedad. ¿Será por eso que encerró a sus propios hijos en un reformatorio? Karl Marx consideró que el origen de la explotación en la propiedad privada y generaba la lucha de clases. Cuando la propiedad privada  sea liquidada por la dictadura del proletariado, tendremos el paraíso comunista. Lo que más desconcierta a los marxistas de todos los tiempos es que son los propios trabajadores quienes más desean escapar de ese paraíso. Los movimientos populistas contemporáneos son todavía más dicotómicos. Dividen a la sociedad en dos grupos: los buenos (nosotros) y los malos (esas las minorías que hay que subyugar porque no viven ni piensan como nosotros). La base antropológica de sus castillos de naipes es tan endeble que pronto se les caerán encima.

 Como hemos tenido ocasión de presenciar durante la Semana Santa, la antropología cristiana ofrece una visión más realista y cercana. La podíamos resumir así: “El ser humano (tú y yo) es capaz de lo mejor y lo peor”. Como hijo de Dios que es, dotado de una dignidad inalienable, el hombre es capaz de amar a sus “hermanos”, superando su propio egoísmo. Ahora bien, dotado como está por una voluntad libre, también puede alimentar sus anhelos egoístas hasta destruir a sus “competidores”. Esta ambivalencia está presente en cada uno de nosotros, creyentes o no creyentes, ricos y pobres, hombre y mujeres, gobernantes y gobernados. 

La ventaja de los cristianos es tener un modelo al cual mirar e imitar.  La dificultad (u oportunidad) es que Cristo pide a sus seguidores que empiecen por reformar su propia vida. Y que continúen en el empeño un día detrás de otro pues las malas hierbas nunca mueren. Paralelamente les pide que las organizaciones en las que participan y las reformas que emprendan partan de un conocimiento profundo del ser humano. Sólo así lograrán estimular el lado bueno que todos llevamos dentro. Nunca se conseguirá una sociedad perfecta, pero sí una sociedad que mejora poco a poco, aprendiendo de sus errores.