domingo, 19 de septiembre de 2021

Más chispas y euros que luz

 

Hace un año el megavatio de electricidad por hora (MW) se pagaba en España a 50 euros. La Filomena lo subió a 95. Bajó pronto, pero en el rally del último mes ha alcanzado los 188 euros. Nos situamos a la cabeza de la UE tanto por el precio como por la rapidez de escalada. En Francia, en el mismo periodo, el precio de la electricidad ha subido de 60 a 101 euros.

Para explicar la evolución de un precio en el corto plazo hay que tener en cuenta las fuerzas de la demanda, las de la oferta y el tipo de mercado que casa demanda y oferta. De la demanda hay poco que hablar. La próxima ola de frío polar dispara la demanda de electricidad y, a igualdad de circunstancias, el precio.

La oferta se refiere a los MW que cada empresa lanza al “pool” energético. Empiezan ofertando las empresas nucleares, son las que producen más barato y lo hacen durante 24 horas al día, no les sale a cuenta parar por la noche. Siguen las renovables ... a no ser que falte el viento y el sol. Acaban las plantas que producen electricidad quemando gas y otros combustibles sólidos. Las plantas de ciclo combinado, así se las llama, con las más caras y contaminantes. En el mix energético encontramos, pues, la primera causa de la singularidad española.  Francia genera el 70% de su electricidad en centrales nucleares. España el 23% y ya ha condenado a muerte a las 7 centrales que le quedan.

La segunda causa radica en la gestión del mercado eléctrico. Los economistas quedaron satisfechos tras imponer (artificialmente) el modelo que explican en sus clases de Microeconomía. El precio se  iguala al coste marginal. Lo marcará, pues, la última energía en entrar que, por definición, es la más cara. A mayor demanda y menos oferta (por la ausencia de viento), mayor participación del gas y mayores precios. Eso es todo. O “casi todo”, pues los impuestos, peajes y compromisos políticos representan en España el otro 50% de la factura de la luz. También lideramos el ranking de complementos. 

Urge desmantelar el actual sistema de fijación de precios. Mejor limitarse a encauzar la tendencia natural hacia precios estables basados en el coste medio. Se conseguirá permitiendo que los consumidores fijen con los proveedores de su elección un precio revisable anualmente. Lo peor (o mejor) que podría pasar es que las plantas donde se queman combustibles fósiles hubieran de cerrar y ser sustituidas por otras basadas en energía renovable y nuclear.

La Tribuna de Albacete (20/09/2021)