Se acabaron las vacaciones estivales. Antes de retomar la
pluma he dado un vistazo a las noticas del mes de agosto. ¿Sobre cuál de ellas
escribiré mi primera columna del curso 2021-22? La actual (y recurrente) polémica sobre la
renovación de los órganos del poder judicial es la que me ha parecido más trascendente
y de las pocas que tienen una solución fácil e inmediata.
Noticia trascendente. Está en juego la supervivencia del
Estado de Derecho cuyas columnas basilares son el pluralismo político, las
elecciones libres y la separación de poderes. Para asegurar la independencia
del poder judicial lo primero es que los jueces accedan al cargo por oposición
y asciendan por méritos objetivos. Lo segundo es que quienes asuman cargos
directivos dentro de la judicatura sean elegidos por sorteo entre los jueces que
manifiesten su disponibilidad.
¡Sí, tan simple
como un sorteo! Las alusiones a la democracia directa o al consenso creativo no
dejan de ser un mantra para tapar las vergüenzas de los políticos totalitarios.
Tampoco es necesaria la designación de los cargos directivos del poder judicial
por los propios jueces. Podría ser peligroso si estos han sido previamente
divididos en asociaciones judiciales claramente politizadas. A propósitos, las alusiones
a los jueces progresistas y conservadores chirrían en mis oídos tanto como la
referencia a las matemáticas con y sin perspectiva de género, o a los árbitros
de fútbol de izquierdas y derechas.
“¡Qué judicaturas más aburridas!”, dirán algunos. De eso
se trata. De reconvertir a los jueces en humildes funcionarios que se limitan a
aplicar la legislación vigente. Los jueces estrella para las revistas del
corazón o las novelas de intriga.
La Tribuna de Albacete (06/09/2021)