Si nos damos una vuelta por el centro de Albacete encontraremos carteles con este mensaje: “Cerrado porque gente como usted prefiere comprar por internet”. Para ser más precisos debieran decir: “Cerrado porque este establecimiento pagaba más impuestos que los gigantes tecnológicos de Wall Street”.
No estamos
exagerando. El valor de capitalización de Google, Amazon, Facebook, Microsoft o
Apple, cada uno por separado, supera al PIB español. Sin embargo, apenas pagan
impuestos y su exigua contribución se concentra en Irlanda, donde el impuesto
sobre beneficio de sociedades (IBS) es más bajo. En los últimos meses España y otros países
europeos han osado proponer la llamada “tasa Google”. La reacción de EE. UU. Ha
sido fulminante: las exportaciones a Norteamérica de los países rebeldes serán penalizadas
con altos aranceles.
¿Es posible conseguir un mínimo
de justicia fiscal en nuestra aldea global? El panorama ennegrecía por momentos. El sábado 5 de junio se
hizo la luz. El G7 aprobó que el 20% de los beneficios de las multinacionales
se consideren generados en los países donde operan, no en su domicilio fiscal.
Para evitar la competencia fiscal entre estos países, todos impondrán una tasa mínima
del 15%. Hoy, en Irlanda el tipo del IBS es del 12,5%; en España el 25%.
Aunque para algunos esta cifra
sepa a poco, hay que reconocer que es un primer paso hacia la coordinación y la
justicia fiscal en una economía globalizada. Otros se lamentarán de que los
nuevos impuestos subirán el precio de nuestras compras por internet. De eso se
trata: que los consumidores paguemos el “precio de producción”, donde va
incluido el beneficio y los impuestos.
Espero con elusión el día de que los establecimientos
comerciales de Albacete exhiban un nuevo cartel “Volvemos a abrir, una vez que se ha obligado a los
gigantes de internet a pagar impuestos y a poner en nómina a los repartidores”.
La Tribuna de Albacete (07/06/2021)