Los
derroteros de la política española me recuerdan tanto al Príncipe de
Maquiavelo que no he podido resistir la tentación de releerlo. Este libro de
1513, culmen del Renacimiento italiano, lo dedicó Maquiavelo a Lorenzo de
Médici. Le aconseja cómo debe gobernar su Principado y cómo extenderlo hasta lograr
la reunificación de Italia. Desde la primera página deja claro que hablará de las
“estrategias del poder”, no de las reglas de “filosofía moral” engendradas en
la oscura Edad Media. “El fin justifica los medios”, es el resumen que ha
quedado para la posteridad. La ética solo es importante si contribuye a
nuestros objetivos.
El fin que debe perseguir un Príncipe que se precie de
serlo no es otro que llegar al poder, mantenerse en el poder y acrecentarlo. Tal
empresa no requiere virtudes ni
fortunas extremas, solo “astucia afortunada”.
La virtud es importante
para ganar el aprecio del pueblo, pero más importante es todavía la apariencia
de virtud. “El Príncipe debe parecer
compasivo, fiel a su palabra, inocente y devoto. Y de hecho debería ser así.
Pero su disposición debe ser tal que, si necesita ser lo opuesto, sabe cómo
hacerlo”. Esto incluye la capacidad de mentir con tal que sepa ocultar sus mentiras,
justificarlas o incluso creérselas.
La forma de ganarse a los súbditos
dependerá de las circunstancias. He aquí algunos de los consejos de Maquiavelo
al Príncipe: (1) Procura ser amado y temido por el pueblo; cuando estés obligado
a elegir, mejor lo segundo. (2) Si deseas alcanzar el poder absoluto de forma
rápida y segura, evita gobernar a través de los magistrados. (3) Convence al
pueblo que necesita tus favores, especialmente en sus momentos de necesidad. (4)
Evita a los aduladores, te harán dormir en los laureles; el buen Príncipe
siempre ha de estar despierto y maquinando.
PD. Cualquier parecido con
la realidad española es pura coincidencia.
La Tribuna de Albacete (14/06/2021)