Me gusta
aprovechar las vacaciones de verano para leer algún libro de esos que “tocan
fondo”. Un amigo me pasó “Una mirada a Europa” de Joseph Ratzinger, futuro Papa
Benedicto XVI. El libro recoge conferencias pronunciadas en 1989 y publicadas
por Rialp en 1993. Para el autor, los
males crónicos de la Europa de la “modernidad” son los nacionalismos, la
pérdida valores éticos y las utopías populistas.
Los
nacionalismos cumplieron una importante misión integradora en el siglo XIX.
Pero el nacionalismo es una materia fácilmente inflamable que azuzó casi todas
las guerras europeas, incluyendo las dos guerras mundiales. La Unión Europea es
el mejor antídoto a este nacionalismo basado en el odio al vecino. No está
claro, sin embargo, que sobreviva a las tendencias tribales.
Los países
europeos acogieron con fervor la Declaración de los Derechos Humanos de 1948
donde se proclaman el derecho a la vida, la igualdad y la libertad.
Lamentablemente, el Estado pronto se arrogó la potestad de decidir dónde
empieza y acaba la vida humana y de separar los temas sobre los que se puede
opinar libremente de los temas protegidos bajo el paraguas de lo políticamente
correcto. El relativismo moral ha dado alas al positivismo jurídico que otorga
a las cambiantes mayorías parlamentarias el poder de definir lo que hoy es justo
y moral.
Tampoco
ayudan las promesas de un cielo en la tierra por obra y gracia de la tecnología,
el crecimiento económico y un Estado benefactor. Tales promesas ahogan la
iniciativa privada, desprestigian el esfuerzo personal y generan frustración
social. La utopía marxista cayó con el
Muro de Berlín en 1989. Pero, como el ser humano tiene necesidad de utopías,
otras corrientes populistas seguirán predicando el cielo en la tierra.
Lúcido
análisis, el de Ratzinger. Lo único que deseamos añadir treinta años después es
que estos tres torpedos que amenazan el proyecto de la Unión Europea han ganado
potencia con el paso del tiempo.
La Tribuna de Albacete (3/9/2018)