“Hijo, rompe
tus cadenas, pero no cortes tus raíces”. Oí esta máxima en mi juventud de
labios de una persona sabia. No la he vuelto a escuchar ni he podido rastrear
su origen en internet. Pero me sigue pareciendo un pensamiento certero. La
Feria de Albacete parece una ocasión propicia para rememorarla.
Las cadenas
esclavizan. Después de muchos siglos campeando a sus anchas, la esclavitud ha
sido felizmente abolida. Los remanentes que todavía colean en algunos rincones
acabarán por extinguirse si la repulsa social se mantiene firme. Lamentablemente
hay una esclavitud interior que goza de salud y admiración social. Las cadenas
más difíciles de apreciar y romper son precisamente las que uno mismo va
urdiendo con sus comportamientos viciosos aplaudidos por los demás. Es esclavo
quien está dominado por la ira o se engancha a las drogas o no sabe vivir un
día sin internet.
Las raíces
fundamentan y alimentan. Las fiestas patronales vivifican nuestras raíces
comunes con familiares y amigos. Nos recuerdan las bases cristianas de la
cultura europea que a tantas personas han ayudado a erradicar vicios y cultivar
virtudes. La Feria de Albacete, que estamos celebrando en honor a la Virgen de
los Llanos, ilumina las virtudes más necesarias en esta sociedad tan pretenciosa
como falsa. Los “llanos” evocan esa simplicidad de vida que es lo contrario de
la doblez de corazón y del postureo. Y esa humildad por la que Dios enalteció a
la Virgen y dispersó a los soberbios de corazón.
Raíces y
cadenas acaban siendo incompatibles. Quien pierde sus raíces fácilmente acaba
esclavizado a sus vicios personales y a las modas sociales. No faltará quien haga
ostentación de sus cadenas de oro. ¡Cadenas, al fin y al cabo!
La Tribuna de Albacete (10/09/2018)