¡Feliz 2019
a los ciudadanos del Reino de España! Soy el Rey Melchor, no hace falta que me
presente. Tampoco necesitan presentación mis colaboradores Gaspar y Baltasar,
ni mi competidor Papa Noel. El hecho de que todos nos conozcáis demuestra que
somos reyes. Si fuéramos presidentes de una república parlamentaria nadie nos
conocería ni podríamos representar eficazmente a nadie. ¿O alguien sabe cómo se
llama el presidente de la República de Italia?
Diferente es
la situación en las repúblicas presidencialistas, tipo EE.UU. o Francia. Sus
presidentes son más conocidos pues, además de representar al país, detentan las
riendas de la política. Los problemas son de otra índole. ¿Algún votante del
Partido Demócrata se sentirá representado por el líder del Partido Republicano,
Donald Trump? Evidentemente que no, como tampoco los votantes republicanos se fiaban
de Barak Obama durante los ocho años de su mandato.
Ahí radica
la ventaja de la monarquía sobre la república. Las pocas o muchas tareas que la
Constitución asigne al Rey, podrá ejercerlas con mayor neutralidad pues no se
debe a nadie. Por otra parte, la visibilidad que imprime la permanencia en el
cargo, facilita su función de representación.
Algunos
detestáis la monarquía porque el rey no es elegido por la mayoría de los
ciudadanos. Mi pregunta: ¿acaso Pedro Sánchez o Mariano Rajoy fueron elegidos
por la mayoría de los españoles? La legitimidad del Jefe del Ejecutivo deriva
del sistema electoral y parlamentario aprobado en 1978 por el 88% de los españoles.
Esa misma Constitución instauró la monarquía constitucional y legitima al Jefe
de Estado, el Rey.
Queridos españoles, lo que nos
habéis de exigir a los monarcas es que cada año renovemos el compromiso de
sacrificar nuestros intereses personales para servir limpiamente al Estado. No
es fácil.
La Tribuna de Albacete (06/01/2019)