Para entender
a un obispo nada fácil que leer el lema de su escudo episcopal. El de Don
Ciriaco reza así: Evangelizare Regnum Dei.
Soy testigo de que en los doce años que ha servido en la diócesis de Albacete,
no ha cesado de sembrar, a diestra y siniestra, la semilla del Reino de Dios,
que en eso consiste la evangelización.
Mi primer
encuentro con D. Ciriaco se remonta al 2012. Un grupo de profesores y
estudiantes de la UCLM organizamos el foro “Universitas” que trata de llegar al
fondo de los problemas socioculturales y a soluciones éticamente aceptables. Tras
fijar la fecha de la primera sesión, alguien me informó del interés de D.
Ciriaco por asistir. “¿Pero cómo puede un obispo participar de oyente?”, solté
yo. Acordamos que dirigiera la segunda sesión sobre “Ciencia y creencia”. La cerró
con una frase de Ortega y Gasset: “El conocimiento científico es exacto, pero
incompleto y penúltimo”. No la he olvidado.
A raíz de
esta conferencia nacieron los “Encuentros anuales del Sr. Obispo con el mundo
de la cultura”. Por supuesto, la preocupación pastoral de D. Ciriaco se extiende
a otros muchos campos. Cenando con un
matrimonio amigo, sus hijos adolescentes no cesaban de despotricar contra los
curas. “Con sermones y rezos no se arregla nada” sentenciaron. En lugar de
pelearse con ellos, les invitó a acompañarle en su próximo viaje al Magreb (era
el Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones) o a la inauguración de
algún economato de Cáritas. En petit
comité apostilló: “Estos jóvenes
no se percatan de la importancia de la oración. Yo sí y por eso voy asiduamente
al convento de las Carmelitas y les pido que recen por ellos. Sólo Dios puede
ablandar los corazones para que la semilla dé el ciento por uno”.
Muchas
gracias, D. Ciriaco, por habernos evangelizado durante doce años con su voz,
grave y serena. Con esos gestos sencillos que transmiten la cercanía, el
compromiso y la alegría del Evangelio.
La Tribuna de Albacete (12/11/2018)