Las raíces del separatismo son
difíciles de extirpar
hasta en la pacífica aldea pitufa donde todo es de color
azul
El uno de octubre amaneció nublado en toda
España, en Cataluña lloviendo. Me propuse no leer ni escribir nada relacionado
con el I-O. Mi mente necesitaba reposo y para conseguirlo nada mejor que hojear
alguna historia de pitufos.
Para mi
sorpresa, la historieta que cayó en mis manos rompía la utopía de esa aldea
azul, pacífica y pacificadora. Un pitufo entró en casa de pitufo carpintero
para que le pitufara un “sacapitufos”. El carpintero le corrigió: “Querrás
decir un “pitufacorchos”, ¿no?” A partir de este incidente se desató una gran
trifulca que enfrentó a los pitufos del norte con los del sur. Como es sabido, en
las palabras compuestas, los del norte anteponen el fonema “pitufo” mientras
que los del sur prefieren colocarlo al final.
El
ambiente de la aldea pitufa se fue calentando con manifestaciones de esas, que
aunque se autodenominen “pacíficas”, generan más calor que luz. Al final acordaron pitufar una frontera en el
suelo con una pintura negra que separara para siempre el norte y sur de la
pequeña aldea. Más de una casa quedó partida en dos. Hasta la mesa del comedor
y el lecho conyugal quedaron divididos por la temible raya negra. No era un
tema baladí. Cuando un miembro de la familia se trasladaba a la parte norte de
la habitación debía cambiar su forma de pensar y hablar, so pena de ser
políticamente incorrecto.
A
todo esto, ¿dónde estaba Papapitufo, el sabio y reconciliador abuelo de blanca
barba? Pues, encerrado en su laboratorio
buscando la fórmula magistral que solucionara un problema tan tonto como
inesperado. Cuando la encontró y salió a la plaza, ya era demasiado tarde. Los pitufos habían
llegado a las manos. Incapaz de transmitir su plan A, Papapitufo pasó
directamente al B. Se metamorfoseó en el gigante Gargamel, el temible enemigo
de los pitufos obsesionado por encontrar su aldea para exterminarles. Todos a una se le echaron encima. “Veis
como la unión hace la fuerza”, pontificó Papapitufo.
Luego les explicó su plan A: “Para evitar futuros
enfrentamientos se eliminarán de la lengua pitufa todas las palabras
compuestas”. Ni “sacapitufos” ni “pitufacorchos”; mejor “un pitufaaparato para
pitufar los pitufacorchos”. La aplicación práctica fue tan caótica que en la
última viñeta, Papapitufo escribe con cierta melancolía: “Los problemas idiomáticos
del país de los pitufos no parecen haberse resuelto aún del todo”. Nunca
hubiera imaginado que las raíces del separatismo fueran son difíciles de extirpar,
incluso en la pacífica aldea pitufa donde todo es de color azul.
La Tribuna de Albacete (02/10/2017)