lunes, 2 de octubre de 2017

Pitufacorchos o sacapitufos en el 1-O

Las raíces del separatismo son difíciles de extirpar 
hasta en la pacífica aldea pitufa donde todo es de color azul

               El uno de octubre amaneció nublado en toda España, en Cataluña lloviendo. Me propuse no leer ni escribir nada relacionado con el I-O. Mi mente necesitaba reposo y para conseguirlo nada mejor que hojear alguna historia de pitufos.
Para mi sorpresa, la historieta que cayó en mis manos rompía la utopía de esa aldea azul, pacífica y pacificadora. Un pitufo entró en casa de pitufo carpintero para que le pitufara un “sacapitufos”. El carpintero le corrigió: “Querrás decir un “pitufacorchos”, ¿no?” A partir de este incidente se desató una gran trifulca que enfrentó a los pitufos del norte con los del sur. Como es sabido, en las palabras compuestas, los del norte anteponen el fonema “pitufo” mientras que los del sur prefieren colocarlo al final.
                El ambiente de la aldea pitufa se fue calentando con manifestaciones de esas, que aunque se autodenominen “pacíficas”, generan más calor que luz.  Al final acordaron pitufar una frontera en el suelo con una pintura negra que separara para siempre el norte y sur de la pequeña aldea. Más de una casa quedó partida en dos. Hasta la mesa del comedor y el lecho conyugal quedaron divididos por la temible raya negra. No era un tema baladí. Cuando un miembro de la familia se trasladaba a la parte norte de la habitación debía cambiar su forma de pensar y hablar, so pena de ser políticamente incorrecto.
                A todo esto, ¿dónde estaba Papapitufo, el sabio y reconciliador abuelo de blanca barba?  Pues, encerrado en su laboratorio buscando la fórmula magistral que solucionara un problema tan tonto como inesperado. Cuando la encontró y salió a la plaza,  ya era demasiado tarde. Los pitufos habían llegado a las manos. Incapaz de transmitir su plan A, Papapitufo pasó directamente al B. Se metamorfoseó en el gigante Gargamel, el temible enemigo de los pitufos obsesionado por encontrar su aldea para exterminarles. Todos a una se le echaron encima. “Veis como la unión hace la fuerza”, pontificó Papapitufo.
                Luego les explicó su plan A: “Para evitar futuros enfrentamientos se eliminarán de la lengua pitufa todas las palabras compuestas”. Ni “sacapitufos” ni “pitufacorchos”; mejor “un pitufaaparato para pitufar los pitufacorchos”. La aplicación práctica fue tan caótica que en la última viñeta, Papapitufo escribe con cierta melancolía: “Los problemas idiomáticos del país de los pitufos no parecen haberse resuelto aún del todo”. Nunca hubiera imaginado que las raíces del separatismo fueran son difíciles de extirpar, incluso en la pacífica aldea pitufa donde todo es de color azul.
La Tribuna de Albacete (02/10/2017)