Lo peor del populismo
es que se trata de una enfermedad muy contagiosa
El viernes 6 de Octubre se celebró en el
Campus de Albacete la sexta jornada Universitas. Versó sobre “Populismos siglo
XXI”. Empezó con una mesa redonda en la
que participaron dos alumnos (Ángel Ortiz y Vakhtang Mtchedlishhyili) y dos
profesores (Benito Cantero y Gregorio López). Las ponencias principales
correspondieron a dos profesores de la Universidad Complutense (Carlos
Rodríguez Braun, y Carlos Fernández Liria). El momento político animó a los
ponentes a elucubrar sobre las bases “populistas” del independentismo catalán.
No fue difícil encontrar los nexos. Avanzaré algunas de las ideas que yo apunté
sobre la marcha. Vaya por delante que no todos los ponentes las suscribirán por
completo.
La primera característica
del populismo consiste en apropiarse de la idea del pueblo. En el discurso de
Puigdemont, la expresión “poble catalán” se repite insistentemente como si
fuera algo homogéneo y eterno. ¿Y qué hacemos con la mitad no independentista?
Pues echarlos en el saco roto de los malos catalanes, los que no cuentan. El
segundo ingrediente del populismo consiste, precisamente, en dividir la
sociedad en dos grupos: los buenos (nosotros) y los malos (ellos). El éxito de
la estrategia populista se muestra en identificar un colectivo que comparta
algo en común y buscar un enemigo común. Los dos pilares tienen la misma
importancia.
La
voluntad del pueblo se manifiesta en el clamor popular. Las elecciones casi que sobran. El clamor del pueblo catalán ya hace años que se
evidencia en las asambleas masivas del 11 de septiembre (la Diada). ¿Qué más necesita
la Generalitat para declarar la independencia? Un referéndum parecía ser el
broche de oro. Ningún país del mundo u organismo internacional serio llamará
referéndum a la pantomima del 1-O. Pero ¿qué más da?
Para
mantener alto el clamor popular hay que azuzar los instintos primarios o
tribales: odio al extranjero. La historia es reescrita para demonizar al
enemigo y borrar los lazos que nos unen. Cuanto menos se mente a la bicha (esos
lazos), mejor. Tampoco hace falta esforzarse por hilvanar argumentos
razonables. En la atmósfera populista, los sentimientos tienen primacía sobre
las razones.
Lo
peor del populismo es que se trata de una enfermedad muy contagiosa. Prende
fácilmente tanto en la derecha como en la izquierda. El caso catalán es una
prueba evidente. ¿Alguien se hubieran imaginado la derecha histórica catalana
(encarnada en la antigua CiU) con los marxistas-anarquistas de la CUP? Pues eso es lo que hemos visto en Cataluña
durante los últimos años. La chispa populista puede saltar al resto de España.
¡No caigamos en la trampa!
La Tribuna de Albacete (9/10(2017)