lunes, 9 de octubre de 2017

Independentismo y populismo

Lo peor del populismo 
es que se trata de una enfermedad muy contagiosa

         El viernes 6 de Octubre se celebró en el Campus de Albacete la sexta jornada Universitas. Versó sobre “Populismos siglo XXI”.  Empezó con una mesa redonda en la que participaron dos alumnos (Ángel Ortiz y Vakhtang Mtchedlishhyili) y dos profesores (Benito Cantero y Gregorio López). Las ponencias principales correspondieron a dos profesores de la Universidad Complutense (Carlos Rodríguez Braun, y Carlos Fernández Liria). El momento político animó a los ponentes a elucubrar sobre las bases “populistas” del independentismo catalán. No fue difícil encontrar los nexos. Avanzaré algunas de las ideas que yo apunté sobre la marcha. Vaya por delante que no todos los ponentes las suscribirán por completo. 
La primera característica del populismo consiste en apropiarse de la idea del pueblo. En el discurso de Puigdemont, la expresión “poble catalán” se repite insistentemente como si fuera algo homogéneo y eterno. ¿Y qué hacemos con la mitad no independentista? Pues echarlos en el saco roto de los malos catalanes, los que no cuentan. El segundo ingrediente del populismo consiste, precisamente, en dividir la sociedad en dos grupos: los buenos (nosotros) y los malos (ellos). El éxito de la estrategia populista se muestra en identificar un colectivo que comparta algo en común y buscar un enemigo común. Los dos pilares tienen la misma importancia.
                La voluntad del pueblo se manifiesta en el clamor popular. Las elecciones casi que sobran. El clamor del pueblo catalán ya hace años que se evidencia en las asambleas masivas del 11 de septiembre (la Diada). ¿Qué más necesita la Generalitat para declarar la independencia? Un referéndum parecía ser el broche de oro. Ningún país del mundo u organismo internacional serio llamará referéndum a la pantomima del 1-O. Pero ¿qué más da?
                Para mantener alto el clamor popular hay que azuzar los instintos primarios o tribales: odio al extranjero. La historia es reescrita para demonizar al enemigo y borrar los lazos que nos unen. Cuanto menos se mente a la bicha (esos lazos), mejor. Tampoco hace falta esforzarse por hilvanar argumentos razonables. En la atmósfera populista, los sentimientos tienen primacía sobre las razones.

                Lo peor del populismo es que se trata de una enfermedad muy contagiosa. Prende fácilmente tanto en la derecha como en la izquierda. El caso catalán es una prueba evidente. ¿Alguien se hubieran imaginado la derecha histórica catalana (encarnada en la antigua CiU) con los marxistas-anarquistas de la CUP?  Pues eso es lo que hemos visto en Cataluña durante los últimos años. La chispa populista puede saltar al resto de España. ¡No caigamos en la trampa!
La Tribuna de Albacete (9/10(2017)