Recuperemos la sabiduría tradicional de la humanidad
“El hombre es pequeño y hermoso. Todo lo que se haga
a escala humana, y facilite la integración de las personas en la vida
económica, social y política será particularmente hermoso”. Esta frase resume
la idea central del libro “Small is beautiful”, publicado por E.F. Schumacher en
1973. Durante el verano he tenido la oportunidad de desempolvarlo para
comprobar que las obras clásicas, como los buenos vinos, ganan grados con el
paso del tiempo.
La revolución científica y tecnológica iniciada a finales
del siglo XIX nos ha llevado a idolatrar el progreso material y el tamaño de
las organizaciones. Las mejores empresas serían las grandes multinacionales; el
resto estaría condenado a crecer o extinguirse. El autor advierte que hay una
escala apropiada para cada una de las variables que definen la vida humana. Las
pequeñas y medianas empresas siguen teniendo un espacio privilegiado. Aunque,
las economías de escala justifiquen en algún caso las macroempresas, siempre
será preferible remodelarlas para que los trabajadores se sientan miembros
activos de una entidad comprensible y de una comunidad local que no rebase el medio
millón de personas.
La publicación de este pequeño libro arrancó aplausos
de los marxistas y ecologistas que critican (con razón) la explotación del ser
humano y de la naturaleza. Dudo, sin embargo, que captaran su mensaje central
que es de índole espiritual. Lejos de pedir más más recursos para un Estado apagafuegos, el libro
nos conmina a empezar la revolución cultivando las virtudes personales que la
hacen posible. “Nosotros, cada uno de nosotros –concluye el texto–, podemos
trabajar para poner en orden nuestra propia casa. La orientación que
necesitamos para este trabajo no puede encontrarse en la ciencia ni en la
tecnología, cuyo valor depende en última instancia de los fines a los que
sirven; pero puede todavía hallarse en la sabiduría tradicional de la
humanidad”. Schumacher localiza lo mejor de esta sabiduría en la filosofía y
religión que heredamos de la Grecia clásica y del cristianismo. Nos recuerdan
que la felicidad personal y la armonía social es la "añadidura" de los que buscan
el bien, la verdad y la belleza, siguiendo el empinado camino jalonado por las
cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Una
pregunta impertinente para mis lectores que también la formula el autor: ¿Cuál
fue la última vez que usted oyó hablar de esas virtudes? ¿Las ha visto escritas
en los estatutos de alguna organización o en un programa político?
La Tribuna de Albacete 4/09/2017