domingo, 3 de septiembre de 2017

Lo pequeño es hermoso

Recuperemos la sabiduría tradicional de la humanidad

                “El hombre es pequeño y hermoso. Todo lo que se haga a escala humana, y facilite la integración de las personas en la vida económica, social y política será particularmente hermoso”. Esta frase resume la idea central del libro “Small is beautiful”, publicado por E.F. Schumacher en 1973. Durante el verano he tenido la oportunidad de desempolvarlo para comprobar que las obras clásicas, como los buenos vinos, ganan grados con el paso del tiempo.
                La revolución científica y tecnológica iniciada a finales del siglo XIX nos ha llevado a idolatrar el progreso material y el tamaño de las organizaciones. Las mejores empresas serían las grandes multinacionales; el resto estaría condenado a crecer o extinguirse. El autor advierte que hay una escala apropiada para cada una de las variables que definen la vida humana. Las pequeñas y medianas empresas siguen teniendo un espacio privilegiado. Aunque, las economías de escala justifiquen en algún caso las macroempresas, siempre será preferible remodelarlas para que los trabajadores se sientan miembros activos de una entidad comprensible y de una comunidad local que no rebase el medio millón de personas.
                La publicación de este pequeño libro arrancó aplausos de los marxistas y ecologistas que critican (con razón) la explotación del ser humano y de la naturaleza. Dudo, sin embargo, que captaran su mensaje central que es de índole espiritual. Lejos de pedir más más recursos para un Estado apagafuegos, el libro nos conmina a empezar la revolución cultivando las virtudes personales que la hacen posible. “Nosotros, cada uno de nosotros –concluye el texto–, podemos trabajar para poner en orden nuestra propia casa. La orientación que necesitamos para este trabajo no puede encontrarse en la ciencia ni en la tecnología, cuyo valor depende en última instancia de los fines a los que sirven; pero puede todavía hallarse en la sabiduría tradicional de la humanidad”. Schumacher localiza lo mejor de esta sabiduría en la filosofía y religión que heredamos de la Grecia clásica y del cristianismo. Nos recuerdan que la felicidad personal y la armonía social es la "añadidura" de los que buscan el bien, la verdad y la belleza, siguiendo el empinado camino jalonado por las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Una pregunta impertinente para mis lectores que también la formula el autor: ¿Cuál fue la última vez que usted oyó hablar de esas virtudes? ¿Las ha visto escritas en los estatutos de alguna organización o en un programa político?

 La Tribuna de Albacete 4/09/2017