Los "referendistas" no han calculado ni las fuerzas del estado de derecho ni las propias
Llamo referendistas
a los partidarios de la independencia de Cataluña utilizando como ariete un
referéndum ilegal. Me acordé de ellos al leer el siguiente texto evangélico,
cargado de sensatez: “Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre no
se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea
que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los
que miran, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir y no pudo acabar? ¿O qué
rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con
diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no,
cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz”
(Lucas 14:28-32)
Los
referendistas, que suelen operar en “modo
avestruz”, no se han atrevido a calcular los recursos del Estado español. No estoy
pensando en los efectivos militares, que también. Me refiero a los formidables
recursos de que dispone cualquier estado democrático de derecho.
Los
referendistas carecen de apoyos
internacionales, aunque aquí no se les puede acusar de negligencia. Pagaron
fuertes cantidades a lobbies que les abrieran las puertas de estados para
conseguir algún reconocimiento oficial. Sólo picó Maduro en Venezuela. El resto
dieron un portazo al enterarse que se trataba de un referéndum no pactado con
el Gobierno español y que nadie podría autorizar hasta reformar la
Constitución. La UE les ha recordado, por activa y por pasiva, que una Cataluña
independiente quedaría automáticamente excluida y para su readmisión necesitaría
el beneplácito de todos y cada uno de los estados miembros.
Los
referendistas ni siquiera han
calculado sus propias fuerzas. “Junt pel Sí” apenas obtuvo en 2015 el 45% de
los escaños que representa el 39% del voto efectivo y el 29% del censo
electoral. Para conquistar la mayoría parlamentaria se vio obligado a pactar
con la CUP, grupo antisistema que difícilmente aguanta acuerdos superiores al
año. Para callar una minoría cercana al 50% no dudó en reformar ilegalmente los
procedimientos parlamentarios.
Esperemos
que el 2-0 vuelva la sensatez a la tierra del “seny”. Y que si los ganadores en
las nuevas elecciones autonómicas insisten en construir una torre independiente,
empiecen por sentar los cimientos.
La Tribuna de Albacete (18/09/2017)