Justicia y paz, dos caras de la misma moneda
“No os dejéis robar la
esperanza”. Estas fueron las primeras palabras del Papa Francisco al aterrizar
en Colombia en su propósito de blindar el proceso de paz iniciado apenas hace
un año. Las dificultades de acabar con el terrorismo son bien conocidas en
España. Salvando las distancias, tenemos muchos puntos en común que nos invitan
a hacer nuestras las palabras del Pontífice.
En su medio
siglo de existencia, ETA y FARC compartieron la misma ideología (el marxismo-leninismo)
y los mismos métodos terroristas (extorsión, secuestros y asesinatos). Hay
diferencias de escala. La banda etarra asesinó
a 829 personas. La organización paramilitar de las FARC, financiada con el
narcotráfico, asesinó a 220.000. En los Acuerdos de la Habana de 2016, las FARC
se comprometieron, si eran indultados, a pasar de la lucha armada a la
confrontación política. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, aceptó
facilitar su presencia parlamentaria y reducir sustancialmente las penas a todos
los que tenían deudas pendientes con la justicia. “Es el precio de la paz”,
afirmó antes de someter el acuerdo a un plebiscito que perdió por un reducido
margen. El acuerdo pudo salvarse gracias a la mayoría parlamentaria del partido
presidencial, pero la fractura social quedó en evidencia. La mayor asociación
de víctimas del terrorismo (en Colombia y en el mundo) sigue reclamando que los
terroristas se pudran en la cárcel en cumplimiento de la legislación vigente.
“Paz versus justicia”,
he ahí el dilema. La visita del Papa Francisco a Colombia ha evidenciado hasta
qué punto valora la paz y la justicia que son, de hecho, cara y cruz de la
misma moneda. Los ingredientes básicos los encuentra en el Evangelio: humildad
y amor. Humildad para reconocer el daño que se ha causado, pedir perdón por él y
aceptar el castigo que les corresponda. Amor para perdonar de corazón y estar
dispuestos a colaborar en el nuevo contexto histórico. Este perdón personal es
compatible con las penas que impone la ley en su función de dar a cada cual lo
que le corresponde. Pero también esa ley puede ser legítimamente modificada, para
aprovechar las circunstancias excepcionales que podrían liberar al pueblo
colombiano de su peor pesadilla.
No son
valores evangélicos, por el contrario, esa degeneración de la justicia llamada
venganza y esa hipocresía que se manifiesta pidiendo perdón con la boca pequeña
pero sin asumir ninguna responsabilidad. El mensaje papal en Villavicencio concluyó
con estas palabras. “Es la hora para desactivar los odios, y renunciar a las
venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en
la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”.
La Tribuna de Albacete (11/09/2017)