La transparencia es el remedio
más simple, barato y efectivo contra la corrupción
Hasta que se
publicaron los “Papeles de Panamá”, nadie había oído hablar de la sociedad de
sociedades financieras, Mossak Fonseca. Hay miles como ellas. Atraen, protegen
y rentabilizan los ahorros de quienes huyen de la vorágine fiscal de sus
gobiernos. Y, haciendo gala de la discreción bancaria, ocultan los nombres de
los propietarios, la mayoría de los cuales invierte bajo la cobertura de una
entidad fantasma. Los documentos filtrados hace unos días por un grupo de
periodistas ponen a la luz los nombres de estos propietarios o de los amigos
que prestaron su firma. Los hay de todas las condiciones y colores; el único
factor común es “exceso de liquidez”, no saben dónde guardar tanto dinero como
tienen.
“Nada ilegal
hemos hecho”, dicen todos los implicados. Esto habrá que verlo. Porque los
paraísos fiscales no solo protegen a ricos que desean un lugar seguro para ahorros
previamente declarados a Hacienda. Esconden también a quienes evaden impuestos y
a quienes blanquean dinero procedente de actividades delictivas.
Los paraísos
fiscales se sostienen por la hipocresía. Me recuerdan a las legislaciones que
prohíben la prostitución pero toleran los prostíbulos como mal menor. Gran
Bretaña utiliza sus colonias (con nombres tan paradisiacos como “Islas Vírgenes”)
como plataforma para esta modalidad de “banca a la sombra”. Estados Unidos no
tiene problema en tolerar que un edificio en Delaware albergue a 217.000
sociedades financieras. Ahí se dirige la mayoría de las inversiones “off shore”
de nuestras empresas del IBEX, los buques insignia de la economía española.
En el mes de mayo se celebrará
un congreso en Londres para controlar los flujos internacionales de capitales.
La fecha estaban fijada antes de los Papeles de Panamá pero pueden ser una
oportunidad para transformar en medidas vinculantes la indignación que su
filtración ha generado. Como siempre, la fragmentación política de una economía
globalizada es el principal escollo para llegar a una solución operativa. Que
no sea una excusa. Así como la participación en el comercio internacional de
mercancías obliga a la aceptación de los acuerdos de la OMC, las instituciones
que acojan capital internacional también debieran aceptar ciertas normas. La
primera, dejar claro el nombre de las personas que hay detrás de todas y cada
una de las sociedades registradas. La transparencia es el remedio más simple,
barato y efectivo contra la corrupción.
La Tribuna de Albacete (18/04/2016)