Quienes hoy negocian la
investidura tienen incentivos
para mostrarse especialmente intransigentes
con
los partidos más cercanos, sus competidores
El mejor de los coches puede quedar bloqueado en un charco. Lo mismo puede pasarle a la mejor de las democracias. En España, llevamos tres meses en el charco de las negociaciones para la investidura y lo único que aumenta es el tono de los insultos. Ni siquiera la convocatoria de nuevas elecciones garantiza un cambio de escaños suficiente para consensuar un gobierno. Así las cosas, yo lanzaría una concurso patriótico titulado “La imaginación al poder”. Ganaría quien ofreciera la idea más ingeniosa para sacar al coche de la democracia española del charco donde se ha metido.
Alguno
de mis alumnos de Economía propondría suspender el pago de nóminas a los
diputados hasta que consensuaran un Presidente de Gobierno. Eso el primer mes.
En el segundo se les exigiría una contribución positiva al erario público. En
el tercero, se lo aseguro, tendríamos Gobierno.
Los
que saben algo de teoría de juegos propondrían un dilema algo más sofisticado.
Con los resultados del 20 Diciembre, la mayoría absoluta solo puede conseguirse
con una gran coalición sesgada a la derecha (PP, C’s, PSOE) o a la izquierda
(C’s, PSOE, Podemos). Tras explicar a los parlamentarios esta evidencia, se les
obligaría a votar a derecha o izquierda (o abstenerse). Adviértase que no
estamos imponiendo la cohabitación de tres partidos en la Moncloa. La coalición
elegida sería libre para repartirse el poder y la responsabilidad por su buena
o mala gestión. O delegar todo el poder en el líder del partido más votado, lo
que exoneraría a los restantes de responsabilidad política por los actos de
gobierno.
Tengo
claro donde votarían los diputados del PP y Podemos. Imagino que la mayoría de Ciudadanos
giraría a la derecha. El resultado de la votación dependerá, pues, de los diputados
socialistas. Es lo que tenemos ahora pero con una diferencia esencial. Quienes
hoy negocian la investidura tienen incentivos a mostrarse especialmente
intransigentes con los partidos más cercanos, que son quienes pueden robarles
votos en las elecciones de mayo o junio. La votación aquí propuesta permitiría
a los parlamentarios pensar en la solución menos mala para el país; y, aunque
no tuvieran coraje para secundarla y optaran por la abstención, no podrían
bloquear la formación de Gobierno.
Sacaríamos el coche del charco,
que es lo que ahora importa. Al cabo de cuatro años, las urnas juzgarían al
piloto o copilotos por lo que han hecho o dejado de hacer.
La Tribuna de Albacete (14/03/2016)